Con una imagen “relativamente limpia”, “conciliadora” y “estable” proveniente de un ministerio de Estado poco conflictivo como el de Turismo es como el oficialista Niels Olsen llega a la presidencia de la Asamblea.

Sin embargo, que esa imagen se conserve dependerá de cómo resuelva tensiones internas, responda al escrutinio ciudadano y demuestre que puede liderar a sus colegas, más allá de ser un operador de Carondelet.

Olsen obtuvo 80 votos a favor, 65 en contra y 6 abstenciones.

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Su designación ocurre en un escenario de mayoría para el bloque oficialista, lo que, según el analista político Héctor Yépez, garantiza una “positiva estabilidad” para el gobierno de Daniel Noboa, aunque sin los dos tercios necesarios para reformas constitucionales sin referéndum.

Yépez considera que Olsen representa una figura “conciliadora y con pocas resistencias personales”, lo que le permitiría tender puentes entre bancadas. No obstante, recuerda que la mayoría alcanzada es ajustada, apenas el 52 %, lo que implicará negociar con bloques móviles y buscar acuerdos más amplios para sostener una agenda legislativa funcional.

“Se necesitará un equipo con mucha experiencia legislativa. Algunos en ADN tienen ese perfil. Más allá de eso, sí es clave que la presidencia esté a cargo de una persona que pueda conversar con todas las fuerzas políticas y llegar a consensos, eso es muy positivo”, apunta.

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El analista político Bernardo Gortaire coincide en que la figura central de ADN sigue siendo el presidente Daniel Noboa y que la elección de Olsen forma parte de una estrategia de la agrupación para fortalecer su posicionamiento legislativo.

“Cuenta con el acompañamiento del Ejecutivo, algo que no se veía hace años debido a la fractura entre los poderes”, manifiesta.

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Gortaire advierte, sin embargo, que el Gobierno estaría jugando en dos frentes: fortaleciendo su presencia legislativa con figuras como Olsen, pero sin abandonar la carta de una eventual asamblea constituyente.

Entre aplausos por parte de compañeros del mismo movimiento, Niels Olsen fue elegido presidente de la Asamblea Nacional en la primera sesión de instalación del Legislativo. Foto: API

“Podría utilizarla como válvula de escape si no logra avanzar su agenda en el Congreso”, sostiene. En ese contexto, Olsen se convierte en una pieza funcional, pero no autónoma, en una arquitectura política que aún podría mutar.

El analista añade que el riesgo está también en el descrédito legislativo y destaca que “la ciudadanía ya cataloga al Legislativo como espacio de intereses particulares, lo que exige una estrategia comunicacional efectiva para legitimar cualquier avance”.

Para la consultora política Stephanie Macías, la elección de Olsen marca una apuesta no solo política, sino generacional.

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A sus 37 años es uno de los presidentes más jóvenes que ha tenido el Parlamento con una imagen “pragmática, empática y alejada del tono polarizante”.

Según Macías, esto podría ayudar a reposicionar a la Asamblea ante una ciudadanía que la desaprueba casi en su totalidad, “el organismo enfrenta un nivel de aprobación entre el 6 % y el 9 %. En donde, el 90 % de la ciudadanía no se siente representada por sus legisladores”.

La analista también subraya que la clave de la gobernabilidad no está solo en la presidencia del pleno, “la verdadera arquitectura del poder está en las quince comisiones permanentes”.

Cuatro de ellas —Fiscalización y Control Político, Justicia y Estructura del Estado, Régimen Económico y Tributario y Participación Ciudadana y Transparencia— concentran el “poder real” para empezar juicios políticos, procesar reformas estructurales y manejar la agenda pública.

“Controlar estas comisiones permite blindarse, avanzar y condicionar el ritmo político”, enfatiza.

Macías concluye que Olsen tiene un activo valioso: su credibilidad. Pero advierte que “gobernar desde la Asamblea requiere más que popularidad: se necesita pragmatismo técnico, cohesión interna y visión estratégica”.

Los tres analistas coinciden en que el Legislativo arrastra una deslegitimación estructural y que cualquier intento de reposicionarlo exigirá resultados tangibles, una narrativa pública convincente y acuerdos que trasciendan al oficialismo. (I)