Un amargo capítulo se sumó a la angustiosa búsqueda de los familiares de los tripulantes de la embarcación Conchita IV.

El descubrimiento de vestigios humanos en los restos del barco, que fue remolcado hasta el malecón de Puerto Bolívar por pescadores locales, ha sumido a las familias en el dolor.

El hallazgo de cuerpos calcinados y fragmentos óseos, incluyendo lo que parece ser parte de una columna vertebral, marcó un duro golpe, pues aseguran que ahora tendrán que esperar meses por los resultados de las pruebas de ADN, para saber si se trata de sus seres queridos.

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La embarcación, que había sido llevada a tierra firme por los pescadores, fue inspeccionada por las autoridades. La Policía Nacional, encargada de la revisión, encontró restos humanos entremezclados con redes de pesca y otros materiales de la estructura del barco.

La madrugada del domingo 11 de agosto, una explosión en el mar alteró la tranquilidad de la comunidad pesquera. Los pescadores reportaron la explosión que consumió al Conchita IV y llevó a la desaparición de quince tripulantes.

Sin embargo, las cifras reportadas por la Armada del Ecuador difieren, señalando la desaparición de solo cuatro personas en una embarcación no registrada oficialmente.

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A pesar de las diferencias en los datos, la comunidad pesquera no esperó a la respuesta oficial y tomó la iniciativa.

Hasta ahora, diez cuerpos han sido recuperados del mar. De estos, cuatro han sido identificados gracias a sus condiciones menos deterioradas.

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Los seis restantes aún no han sido reconocidos, varios de ellos presentan alto grado de carbonización.

La posibilidad de identificar los cuerpos mediante pruebas de ADN ha sido mencionada, pero este proceso podría tomar un tiempo considerable.

La esposa de Pedro Ramos Baidal, uno de los desaparecidos, expresó su dolor: “Él salió a trabajar como todo padre de familia, pero encontró la muerte lejos de casa”.

Pedro, un experimentado timonel de Posorja con dos décadas dedicadas a la pesca atunera, estaba en busca de un mejor futuro para su familia. Su sueño se vio truncado por un desafortunado giro del destino, dijo uno de sus familiares.

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La historia de Pedro es similar a la de muchos otros trabajadores del mar que, ante la falta de oportunidades laborales, aceptaron un trabajo en el Conchita IV.

Maritza Quiñónez, la esposa de Pedro, relató con angustia cómo su marido, quien había sido invitado por un primo a trabajar como ayudante del capitán debido a su experiencia, nunca regresó. Ahora se enfrenta a una espera dolorosa para poder darle un último adiós.

La de Maritza y otras familias en Esmeraldas y Puerto Bolívar han pedido insistentemente a la Armada que intensifique los esfuerzos de búsqueda. (I)