Hay familias que aún buscan obtener información sobre el paradero de sus familiares que permanecían en la Penitenciaría del Litoral. Ha transcurrido más de una semana de la masacre que dejó 62 reos asesinados y hay quienes no saben el destino de allegados recluidos o creen que están fallecidos y esperan su identificación.

En los exteriores del Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses, ubicado en el oeste de Guayaquil, esta semana se ha vuelto un continuo peregrinaje para varios allegados de reos, como Franklin C., padre de un recluso que ya cumplía 60 % de sentencia de tres años por robo.

Franklin dijo desconocer el paradero de su hijo Érick, de 27 años, desde el jueves 11 de noviembre.

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Esta semana, el hombre asistió en varias ocasiones a la morgue para tratar de dar información que pueda aportar en los análisis para corroborar si uno de los trece cadáveres que aún quedaban por identificar el jueves de esta semana correspondía al de su hijo. Ese día llevaba una semana sin noticias de Érick.

Hasta el jueves pasado, la Policía ya había reconocido 49 de los 62 cuerpos de reos asesinados en la Penitenciaría del Litoral por los enfrentamientos suscitados entre la noche del viernes 12 y sábado 13 de noviembre.

Aún quedaban rezagados de ese proceso trece cuerpos. Con ese grupo de cadáveres resultó complicada la identificación por la toma de impresiones dactilares y reconocimiento a través de características corporales o fisionómicas, por lo que podrían aplicarse estudios genéticos.

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Lo tienen como desaparecido, en el listado de los muertos no sale”, contó Franklin en los exteriores de la morgue, el jueves 18.

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De la cárcel, según relata el padre, salió Érick al mediodía del jueves 11 de noviembre para un chequeo médico al hospital del Guasmo Sur porque le cayó en el cuerpo una esquirla de un explosivo. “Ahí le tomaron radiografías, le inyectaron y le controlaron el dolor, estuvo ahí hasta diez para las siete de la noche”, dijo y agregó que está seguro de que él reingresó a la Penitenciaría.

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Sin embargo, ni el jueves 11 y viernes 12 tuvo comunicación con él. A su abogada le indicaron que a su vuelta a la prisión se lo ubicó en la etapa de transitoria. Luego de los enfrentamientos suscitados entre la noche del viernes y sábado pasado, al padre del reo le dijeron que supuestamente no estaba ahí (en transitoria) y que sí fue llevado al pabellón 8, donde regularmente cumplía su sentencia. “Tienen en la bitácora que ha llegado al pabellón de él (el 8), pero nunca ha llegado... No hay reporte de que él ha estado en transitorio”, dijo.

Sede del Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses, en el oeste de Guayaquil. Foto: El Universo

Érick, de 27 años, estaba a la espera de la prueba psicológica para acogerse al régimen semiabierto. Ahora, su padre guarda esperanza de que aparezca con vida.

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“Todos los días se comunican los reos, no hay un reo que no llame a su familia, mi hijo prestaba teléfono... ya lo dieron como PPL extraviado y me mandaron a verificar acá (en la morgue)”, comentó.

En los exteriores del mismo laboratorio policial, José Antonio M. caminaba acompañado de una joven que cargaba a una bebé de un año y medio a la espera de noticias de su sobrino. A la infante buscaba que se le practique la prueba de ADN. Su misión era que esa muestra pueda ser analizada y comparada con los trece cuerpos que aún quedan por identificar.

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Ahí, él recordó lo último que le escuchó decir a su sobrino, quien -según el familiar- se mantenía en el pabellón 8. “No sé qué va a pasar, pero esto se va a prender”, dice que les indicó el reo en su última comunicación el pasado jueves 11, un día antes de la masacre.

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El sobrino de José Antonio es Carlos Gerardo M. C., de 20 años, quien estaba tres meses sin sentencia por el robo de un celular. Era su primera vez en la prisión.

“Estaba en el pabellón 8, la última conversación que tuvo fue con ella (madre de su hija), no sé qué haría él, por qué llegaría hasta allí... Cómo vamos a estar al saber que mi sobrina va a crecer sin su papá todo por un maldito teléfono”, dijo el hombre al mediodía del jueves a su salida de la morgue. Dos horas después debía volver para insistir con la prueba.

Como parte del proceso del reconocimiento de cadáveres, el lunes pasado, el coronel Marco Ortiz, director de Investigación Técnico-Científica de la Policía Nacional, dijo que se trabajaba en varias fases como la identificación dactiloscópica, estudios antropológicos y posteriormente en análisis genéticos.

En esa última fase es necesario un mayor tiempo en función de la muestra tomada de los cadáveres o piezas anatómicas y posterior la comparación con el otro perfil genético del familiar. Aquello podría tomar un mes aproximadamente. (I)