Se trata de un financiamiento forzado. A fines de septiembre la Junta Reguladora y Monetaria subió el encaje de los bancos grandes del 2% al 5%. Esto significa que los fondos que tenía la banca privada depositados en el Banco Central ahora ya no los podrá destinar a prestar a sus clientes y reactivar la economía. Se quedan congelados.

Congelados es un decir. El Banco Central se lo prestará al Gobierno para contribuir a saciar el voraz apetito fiscal.

El encaje es una medida de política monetaria a la que recurren las autoridades monetarias de Ecuador y gran parte de los países latinoamericanos para regular la cantidad de dinero en la economía. Si hay mucho dinero, exceso de crédito de consumo, que acarrea el peligro de que se dispare la inflación, se sube el encaje para absorber el dinero que sobra. Pero cuando se perfila que la economía se estanca, se baja el encaje para que haya más plata. Es lo correcto. Medidas de política monetaria para regular la moneda.

Ecuador no está bajo peligro de sufrir una expansión exagerada del crédito; tampoco que se presente un repunte de la inflación. Es todo lo contrario. La economía se contrae, las empresas despiden, la inflación se desacelera y quizá termine el año en 1%. Si se tenía que hacer algo con el encaje, es bajarlo.

Pero lo que pasa es que la política monetaria y el Banco Central han perdido su autonomía. Su principal preocupación no es ya una moneda sana, sino subordinarse a objetivos del Gobierno, distintos a lo monetario. El principal interés de este es seguir gastando desenfrenadamente, financiándose con lo que encuentra a su paso: venta de petróleo a China, a la que ya le vendió anticipadamente el petróleo del próximo periodo presidencial; contratos de servicios petroleros, en que las contratistas entregan un valor de entrada que se cobran con el petróleo que van a producir; préstamos de la banca internacional a más del 10% de interés, pero el último fue de junio; los fondos del IESS. Ahora le toca al dinero de los depositantes en los bancos.

Este es un despropósito, y sirve de ejemplo para ilustrar que lo correcto es que el Banco Central goce de autonomía.

Autonomía no quiere decir una república aparte, tampoco hostilidad hacia el Gobierno. Cuando el Banco Central es autónomo, la política monetaria la hace una Junta que incluye representantes del gabinete, o como es el caso de EE. UU., sus integrantes son nombrados por el presidente y ratificados por el Congreso, pero por un prolongado periodo fijo. Esa Junta tiene una misión específica, velar porque haya adecuada liquidez, ni demasiado ni muy poco.

Así funcionó en el Ecuador durante más de 50 años, bajo gobiernos de toda tendencia. Incluso el gobierno militar de los años setenta respetó esta institucionalidad.

Devolverle autonomía al Central será otra de las tareas del próximo gobierno, dentro del marco de reconstruir la institucionalidad perdida, no solo en lo monetario; también en justicia, por ejemplo. Hacer algo mejor de lo que hubo antes. El desarrollo no viene solo por el lado económico, sino también por fortaleza de instituciones. (O)