Uno de los momentos social y económicamente más duros de la historia. Un golpe al bolsillo, pero sobre todo al respeto y la dignidad. Tantos ecuatorianos abandonando el país (cualquiera sea la cifra, es inaceptable que hayan tenido que escoger ese camino).

¿Las causas? Recordemos que el Ecuador sí fue impactado por la tormenta perfecta: guerra con el Perú en 1995, caída del precio del petróleo a 7 dólares por barril (hoy nos quejamos si llega a 40), uno de los dos peores fenómenos de El Niño de los últimos 50 años (el otro 1981-82), la crisis asiática que se trasladó al mundo, y todo en un entorno de debilidad bancaria y política.

¿Qué sucedió? Una crisis que afectó simultáneamente al Gobierno, sistema financiero y producción, una trilogía difícil de enfrentar. La gente desconfiando cada vez más de la banca y del sucre. El Gobierno imprimiendo más dinero para atender a los clientes que requerían sus depósitos. Algunos banqueros que decidieron salvar sus negocios productivos (construidos en parte con los aportes no voluntarios de sus clientes bancarios), en detrimento de sus bancos (porque a estos los “podía salvar el Gobierno”). Decisiones erradas (impuesto a las transacciones financieras), otras atrasadas (poner orden en el sistema financiero) o las negativas que venían del pasado (haber permitido a financieras quebradas convertirse en bancos… ¡casi quebrados!)… Y la suma de esto que llevó, desgraciadamente, a la muy mala decisión del feriado bancario (días después, el congelamiento).

¿Las lecciones? Muchas y no olvidarlas porque el pasado es un fantasma que puede volver.

Uno, ser muy cuidadosos con el manejo macroeconómico, porque en países frágiles y sometidos a golpes externos puede tener consecuencias devastadoras.

Dos, también ser muy cuidadosos con el riesgo de transmitir las crisis al sistema financiero que, al sustentarse en la confianza, puede trastornarse rápidamente. Es grave “meterle la mano”. Eso sucedió en 1998 con el impuesto sobre las transacciones bancarias, y más recientemente estuvimos al filo de la navaja cuando el anterior Gobierno tomó las reservas de los bancos (es decir nuestras) en el Banco Central o intentó introducir una moneda paralela al dólar (dinero electrónico del Banco Central), la cual hubiera terminado como “basura contaminante” en el sistema financiero.

Tres, institucionalidad sólida e independiente. Ejemplo, cuando a mediados de 1999 se dieron las auditorías bancarias para separar los buenos bancos de los malos, quedó una grave sensación de un proceso diseñado por amistades e intereses.

Cuarto, los banqueros medianos y grandes en todas partes del mundo tienen una enorme “ventaja”: la sociedad (a través del Gobierno) les va a ayudar en caso de crisis porque está en juego el patrimonio de la gente y su caída tendría efectos graves (sucedió en Ecuador en 1998 o en EE.UU. en 2008). Por eso algunos banqueros toman el camino fácil: “Si manejo mal las cosas y me aprovecho de ciertas ventajas, mañana seré salvado en caso de problemas”, y de ahí se llega fácilmente a la inmoralidad. En esos casos, los banqueros deben ser severamente sancionados… ¡y eso con frecuencia no sucede, desgraciadamente!

¡No olvidar, pero aprender! (O)