Muchos tienen bienes que no usan y quisieran obtener un ingreso extra. Algunos tienen parqueos, autos, oficinas, cuartos, sofás, departamentos o casas que no usan. Mientras, hay personas que estarían dispuestas a pagar por usar esos bienes.
Hasta hace relativamente pocos años, un universo de extraños alrededor del mundo tenían todo este capital muerto y demandas sin que haya intermediarios que los conecten. Para mencionar tan solo unos pocos ejemplos, Airbnb nació en 2008 al igual que Task Rabbit (plataforma que conecta trabajadores independientes con demanda local), Uber en 2009 y Turo en 2010 (conecta dueños de autos con personas que desean alquilar uno).
Nuestro Ministerio de Turismo le ha declarado la guerra a Airbnb con un reglamento que exige a quien desee alquilar su propiedad cumplir con un sinnúmero de obligaciones, entre las cuales se incluyen: obtener registro de turismo y licencia única anual de funcionamiento y pagar un impuesto del 1x1.000 sobre los activos. El reglamento también prohíbe el alquiler parcial de una propiedad, detalle que no es menor si se considera que en ciudades de la región como México y Chile el 49,8% y 41,7% de los huéspedes que usan Airbnb, respectivamente, alquilan una habitación y no una propiedad entera. Adicionalmente, no importa si usted alquila su propiedad regularmente o tan solo una noche al año, el reglamento igual entra en efecto.
Anteriormente se le declaró la guerra en algunas ciudades a Uber y la reacción de las autoridades ha solido ser la misma: exigir que los usuarios de estas plataformas cumplan con las regulaciones creadas para mercados como eran en el pasado, no como son hoy.
Las plataformas digitales, utilizando tecnologías nuevas como por ejemplo el GPS o la capacidad de tener un mecanismo descentralizado de retroalimentación y calificación instantánea entre usuario y proveedor, crean riqueza mediante la reducción significativa de los costos de transacción.
El economista Adam Ozimek dice: “Esta tecnología [las plataformas] permite que las evaluaciones de los clientes hagan lo que antes pensábamos que debían hacer unas regulaciones severas e incluso un monopolio natural”.
Ozimek agrega: “En países en vías de desarrollo usted puede encontrarse con la ausencia de un gobierno que pueda funcionar lo suficientemente bien como para proveer un régimen regulatorio efectivo... Pero un sistema descentralizado con calificaciones del público no requiere de mucha inversión de capital. Tampoco requiere de cuerpos regulatorios efectivos ni de una buena gobernabilidad. Esta reduce la barrera de capital y regulaciones para que exista una industria de servicios efectiva”.
Por esta razón es que el abogado Alfredo Bullard sostiene que plataformas como Airbnb no compiten realmente con los hoteles:
“Quien compite con los hoteles son los dueños de los alojamientos. Airbnb está en otro mercado en el que compite con el Estado para generar confianza a los consumidores, permitiendo que estos se acerquen a los dueños de casas y departamentos disponibles con más información”.
La respuesta no es obstaculizar plataformas que por su misma existencia y rápida difusión demuestran que benefician a los consumidores, sino adaptar regulaciones anticuadas y hacer caso omiso a aquellos que prefieren cabildear para imponer a otros dichas regulaciones antes que adaptarse a la nueva competencia. (O)