En las conversaciones de un grupo internacional de investigadores dedicados actualmente a la pandemia por la nueva enfermedad COVID-19, muchos de los participantes dejan claro cuán poco se sabe y cuánto se necesita saber al respecto, y lo difícil que es tomar decisiones de salud pública sin tener estudios poblacionales. Al caos que supone el régimen de la opiniología casi mundial se suma la celeridad con la que ciertas soluciones se conocen más que otras y en momento determinado resultan más atractivas.

Después de una precipitada emoción inicial, la Organización Mundial de la Salud finalmente anunció, a raíz de una publicación en The Lancet que expone los riesgos de tratar pacientes de COVID-19 con hidroxicloroquina, que ha detenido de manera temporal sus ensayos clínicos relacionados. Parece que en Japón fueron más rápidos, pues los tratamientos que estudiaban en marzo, según un documental de NHK, la televisión japonesa, no incluían hidroxicloroquina.

Una de las estrategias fundamentales de Japón fue prevenir clústeres, o grupos de brotes, de gran magnitud, identificando y conteniendo clústeres más pequeños. Si se toma en cuenta que investigaciones en Israel y Hong Kong encontraron que entre 10 % y 20 % de los individuos con infección de SARS-CoV-2, el virus que causa COVID-19, produjeron el resto de casos (80 %) mediante transmisión secundaria, es imperioso identificar y dar apoyo para el debido aislamiento a los contactos de casos confirmados.

Japón ha basado sus decisiones en datos de infecciones en tiempo real en una sala situacional con especialistas liderados por personas con documentada experiencia. Da gusto ver cómo sus autoridades pueden explicar con claridad sus objetivos y métodos, en una pausada entrevista de televisión, como merece un problema de salud pública de la envergadura de COVID-19. En contraste, el espíritu pendenciero de presidentes como Bolsonaro en Brasil deja en mal predicamento a su población.

Aparte de los 13 millones de habitantes de favelas (barriadas en pobreza extrema), el alto número de desempleados y poblaciones indígenas marginalizadas en Brasil, el alto subregistro de infecciones en el contexto de un rápido incremento de casos de COVID-19 está acompañado por una dramática desorganización gubernamental. Como afirmó la misma revista The Lancet a principios de mayo, Bolsonaro parece ser “la mayor amenaza” a la respuesta a la pandemia por coronavirus en ese país.

En combinación con otras medidas, los países con menor impacto de COVID-19 organizaron la entrega o venta de mascarillas quirúrgicas para alcanzar al mayor número de habitantes, por eso, una publicación en British Medical Journal recomienda usar el principio de precaución y promover su uso masivo. Es importante evitar el uso de mascarilla N95 con válvula, pues expone al resto al virus. Poco a poco, podemos aprender de otros y evitar la sobrecarga de servicios sanitarios, y así prevenir muertes por falta de atención incluso por condiciones preexistentes. Eso también exige que los alcaldes dejen de ofrecer soluciones demagógicas difíciles de cumplir. (O)