“Alguien va a hacer una serie o una película sobre esto”, seguro hemos pensado o dicho esta frase frente a distintas circunstancias o noticias excepcionales que nos ha tocado vivir. Bueno, los tiempos han cambiado, y mientras tú piensas eso, en otro lugar ya lo están produciendo, porque hoy parece ser más importante la inmediatez que la profundidad. Tal vez vamos reemplazando el pensamiento crítico por “certezas memes”, pastillas de verdades fácilmente desechables y reemplazables, que nos permiten avanzar sin complicarnos mucho ante un escenario de incertidumbre.

Eso sí, nos encanta hablar de la incertidumbre, tal vez por el silencioso terror que le tenemos. Hay que nombrarla y definirla, guardarla en una jaula de significado para dominarla. Por eso se entiende que no tardamos en sembrar el concepto de ‘nueva normalidad’, para no tener que pensar tanto, ya está, todo cabe ahí.

Recuerdo los primeros días de este insospechado encierro, cuando un simple ‘bicho’ desnudaba la fragilidad de nuestra especie.

Finalmente no hubo grandes transformaciones y poco a poco fuimos recobrando nuestra ‘normalidad’, adaptada al teletrabajo y el confinamiento, volvimos nuevamente la mirada a la corrupción, los abusos y a ese día a día que es tan difícil de sobrellevar sin un partido de Barcelona de por medio.

Volviendo a la idea inicial de este texto, varios ya han escrito y producido sus versiones sobre la pandemia, pero quiero enfocarme en una, Hecho en casa (Homemade), que Netflix estrenó el 30 de junio. Un conjunto de 17 cortometrajes que ofrecen particulares miradas sobre el confinamiento, producidos desde sus casas o lugares de encierro, por reconocidos cineastas de distintas partes del mundo.

Son historias sencillas, donde recuerdan a sus familiares y representan el miedo, la soledad y la esperanza, usando el humor o narraciones cotidianas para, sin muchas pretensiones, dejar ahí como una fotografía o un post, un momento de lo vivido en esta extraña cotidianidad.

Paolo Sorrentino cuenta, a través del humor, una particular situación: la reina Isabel visita al papa Francisco para un recorrido por el Vaticano y las circunstancias harán que tengan que vivir juntos la cuarentena. Los diálogos que compartirán irán revelando su aislamiento simbólico: “Roma es hermosa así: vacía, desesperada y sola, como nosotros”.

Ana Lily Amirpour, en un paseo en bicicleta por las desoladas calles de Los Ángeles, reflexiona sobre las convenciones y normas con las que vivimos, ¿qué hacemos cuando nos sacan eso? ¿Cuentas las cosas que perdiste, o cuentas lo que aún te queda? Así, cada trabajo busca una manera de conectarse o proyectar eso cotidiano que estamos sintiendo.

Contar historias es parte de nuestra vida, desde siempre, es la manera de no volvernos locos, y hoy, una forma de escapar de este encierro que se volvió rutina, de la sorpresa que se volvió rutina, de la pausa que se volvió rutina, una rutina que aturde y desconcierta. Por eso, escucharlas, es una forma de escucharnos.

¿Qué es lo esencial? ¿Qué recordaremos de esto?, eso se verá después. (O)