Las organizaciones políticas han surgido de los procesos de transformación social. Con la consolidación de la industria y el aparecimiento de la clase obrera fue posible la irrupción de los partidos socialistas de raíz marxista-leninista. De sus conflictos emergió la social democracia. En la posguerra fue posible la corriente centrista demócrata cristiana. A la urbanización, la marginalidad y la pobreza extrema se le atribuye la emergencia de los populismos. De la descomposición del sistema político, el desencanto y la prédica antipolítica germinan los populismos redentores y déspotas.

El retorno a la democracia a finales de los 70 marca el inicio del final de los vetustos partidos conservador y liberal y el ascenso de los nuevos partidos: el PSC, PRE, DP e ID. El sistema político llegó al extremo del desgaste y desencanto ciudadano, produciendo una anomia social que abrió la puerta al autoritarismo de Rafael Correa.

Proliferan movimientos políticos que aparecen ahora como fiduciarios de diez años de poder concentrado y de la extendida corrupción. ¿De dónde nacen movimientos políticos carentes de identidad programática, perspectiva histórica y vacíos de todo? La respuesta es irrefutable: han brotado del clientelismo político y de las bandas de corrupción que esquilman al Estado.

El autócrata siempre ambicionó la hegemonía y el poder a perpetuidad. Sin embargo, permitió que de su entorno podrían estructurarse organizaciones afines. Algo así como comodines: Iván Espinel, primo de los Alvarado, sentenciado y con prisión por corrupción, utilizando su poder burocrático y el tejido clientelar, fundó Fuerza Compromiso Social. En las elecciones del 2019 dio refugio al correísmo. Asimismo, Ramiro González, a más de enriquecerse en el IESS, recolectó firmas a través de la red del Seguro Social Campesino para fundar Avanza, hoy prestado a un antiguo dirigente deportivo, el señor Isidro Romero. Mientras tanto, el creador del partido, enjuiciado, sigue escondido esquivando la justicia penal.

Un fiscal del correísmo, cómodo y campante durante el régimen autoritario, mareado del poder temporal se consideró un líder presidenciable, manejó la estructura burocrática para recoger firmas y disfrutar de su propio movimiento Unión Ecuatoriana.

Dos discretos hermanos del presidente Lenín Moreno, aprovechando las ventajas y las mieles del poder, son dueños de los movimientos: Ecuatoriano Unido y Libertad es Pueblo. Otros dos ciudadanos, desde las prefecturas de Azuay y Guayas, armaron sus propios movimientos, uno prestado al correísmo.

Para completar este triste paisaje, el esposo de la tesorera de la red de sobornos, con recursos del delito y los dividendos de Odebrecht forjó su propio movimiento Justicia Social, hoy entregado en franquicia al hermano mayor de Rafael Correa. Si lo anterior no fuere suficiente, el movimiento creado desde la pestilente farra de corrupción del asambleísta Daniel Mendoza, aloja a otro candidato.

Dos cosas ciertas: sin partidos sólidos que merezcan ser tales, la democracia será un proyecto aplazado. Con los movimientos fraguados en el clientelismo y la podredumbre, vamos a ningún lado. (O)