Hechos inesperados de alcance mundial, como la pandemia de COVID-19, rompen paradigmas y determinan cambios en la organización social.
Entre el 9 y el 11 de noviembre se realizó el Foro Mundial de Reykjavík, una plataforma en la que cientos de líderes mundiales de todos los sectores debaten sobre finanzas, salud global, arquitectura y humanidad, cambio climático y liderazgo.
El foro, organizado por Women Political Leaders junto con el Gobierno y el Parlamento de Islandia, reunió este año un gran número de mujeres presidentas y primeras ministras para debatir, entre otros temas, sobre la recuperación económica pospandemia y las oportunidades que esto presenta para las mujeres.
Varios líderes coincidieron en que es necesario aumentar tanto el número como la influencia de las mujeres en puestos de liderazgo político, entre ellos la expresidenta de Chile y alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien sostiene que se debe acabar con las barreras estructurales que siguen dificultando la igualdad de género en este campo, como el trabajo doméstico o la brecha en la participación económica.
En Ecuador ya se ha legislado para encaminarnos hacia una mayor participación de las mujeres en la política. Si la Asamblea Nacional representa a la población que la elige, los partidos y movimientos políticos deberían estar más motivados para promover entre los primeros lugares de sus listas de candidatos a igual cantidad de hombres y mujeres, de manera que las políticas y la legislación nacional sean decididas conjuntamente por ambas mitades de la población y les presten atención equitativa a sus intereses.
Promover la diversidad supone enriquecer el debate y análisis de ideas y propuestas. Sin embargo, se acaba de lanzar la campaña “El costo de hacer política”, que impulsa la Corporación de Participación Ciudadana, debido a que en la actualidad las mujeres están viviendo violencia no solo política en las redes sociales, sino también de manera física. (O)