Es usual que los prestamistas internacionales insistan en que los países que reciben su dinero reduzcan el tamaño del Estado. Se sabe que el Estado es el mayor empleador en nuestro país. No conozco la cifra exacta de la burocracia, que consume un alto porcentaje de los ingresos fiscales. Quienes tienen las responsabilidades del gobierno, comprueban que el despido masivo tiene varias aristas punzantes, como la pérdida de la popularidad. Es normal que el empleado público tenga parientes en el magisterio, en las Fuerzas Armadas o en algún ministerio. Si el Gobierno decide suprimir el puesto, el problema del desempleado afecta a su familia y repercute en un círculo más amplio. Si se aplica a miles de personas, el Gobierno es acusado de insensible. Horrible imagen.

El desempleado debe recibir una indemnización por despido que le alcanza para vivir un tiempo. ¿Y después? Tiene que buscar qué hace para mantener a la familia. Implica abandonar la comodidad del sueldo recibido puntualmente, de las diversas bonificaciones y ventajas, de tener la vida garantizada. Si lo botan, puede caer en la miseria.

Comprendo que al actual Gobierno le parezca cuesta arriba la exigencia de reducir el tamaño del Estado. El Lcdo. Moreno debe sentir ese dolor y se encuentra ante esa encrucijada. Sabe que su gobierno es endeble, que no tiene quién lo respalde. Vio a su ministra de Gobierno caer ante la confabulación del granizo tostado. Hay que pedirle que haga lo posible, que es muy poco, y que deje para el próximo gobierno esa tarea ingrata. Recuerdo que Sixto Durán-Ballén enfrentó la decisión de impedir que la inflación galopante acabara con la economía de los más pobres y tuvo que asumir los efectos impopulares de sus medidas económicas, que realmente fueron un garrotazo. Pero aguantó y triunfó, a costa de su popularidad. Fue muy valiente.

Hay algo que puede hacerse. Primero, hay que terminar con la necedad de que el empleo público es la única solución y abrir los panoramas hacia la actividad privada. Hay algunos grupos de personas imaginativas y de buena fe que ofrecen posibilidades de trabajo para emprender negocios nuevos. Emprendedores que pueden juntar sus ahorros o indemnizaciones para financiar actividades productivas. Una de las enseñanzas positivas de estos meses de pandemia es la actitud de muchos compatriotas que imaginaron y realizaron pequeños negocios que crecen y ayudan a ganar dinero honradamente y sin tener que pedir caridad o humillarse.

Será bueno saber si quienes aspiran a gobernarnos tienen algún plan realista para apoyar a los arriesgados, con financiación fácil, suprimiendo trámites inútiles, siendo creativos, no amenazantes. Siempre es fácil destruir, incendiar, expropiar, permitir la impunidad de los que nos robaron en los años del gobierno autoritario. Ese malhadado régimen creó miles de empleos innecesarios y es culpable directo de la crisis actual. Vean las cifras de algunas empresas, como los ‘petros’, del IESS, de los ministerios. No me refiero al sector de la salud, ni al magisterio nacional.

“La imaginación al poder” reclamaban los jóvenes en el siglo pasado. ¿Quién se arriesga? (O)