Cuando el genio –de México– de la canción romántica lanzó su más grande éxito Esta tarde vi llover, ¡cómo sufría yo por no poder tocarla en mi piano! No porque estaba dañado, me era imposible sacarla, por más que intentaba no encontraba los acordes correctos.
Manzanero era un gran maestro y yo apenas balbuceaba el órgano. ¡Qué armonía más impredecible!, ¡qué riqueza melódica!, ¡qué conjunción tan perfecta entre estos dos elementos de la música: melodía y armonía! Pero ¿qué me dicen de la letra? Sencillamente genial. A simple
vista parece una rima de primer grado: “... vi llover / ... gente correr /...”; pero analizándola bien, romantiquísima. Manzanero dijo que la compuso en una cafetería. Empieza a llover y él está solo. No hay nada más romántico que estar con alguien y mirar la lluvia caer, pero si estás solo es más romántico aún porque sientes la nostalgia por esa persona y... “no estabas tú”. Luego, a lo lejos, hay un lucero azul que brilla y no está; un ave enamorada da besos a su amor, y tampoco está; luego llega el otoño, oye cantar al mar..., y sigue sin estar. Por fin se rinde ante eventos donde su amor no está y se pregunta, ¿por qué? Ya no sabe ¡cuánto lo quieren, si lo extrañan o lo engañan! Lo único cierto es que sigue lloviendo, la gente sigue corriendo, pero ella no está. Fin del drama romántico. Desde entonces, millones de parejas se desesperan por ver la lluvia caer y enamorarse.
Después de muchos años de taladrarme esa melodía en la cabeza, fui descubriendo la perfecta secuencia armónica, por fin pude tocarla decentemente y sentirme orgulloso de interpretar a uno de los cantautores más prolíficos y brillantes de nuestros tiempos. Que descanses en paz, maestro, que acá en la tierra seguiremos vibrando con tu música. Y cada gotita de lluvia nos traiga alguna que otra nota musical, magistralmente digitada en tu piano. (O)
Roberto Montalván Morla, músico, Guayaquil