Me refiero al artículo de Guillermo Arosemena sobre el estado físico, humano y tecnológico en que se hallan los archivos históricos locales. Visité dos de estos en busca de información fehaciente del por qué se violó el tratado firmado el 15 de abril de 1822 entre la Junta de Gobierno de la Provincia Independiente de Guayaquil presidido por nuestro prócer José Joaquín de Olmedo, y el delegado del libertador Bolívar, general Antonio J. de Sucre.
En tres meses quedó como papel inservible, dejando una estela de comportamiento nada positivo para el ideal, sacrificio que hicieron nuestros libertadores frente a la arrogancia y prepotencia de Bolívar, manifestado en su actitud invasora (2.000 soldados) y cartas (general Santander, 5-1-1822, y a José Joaquín, enero-1822: “... una republiqueta sin futuro”). Igual Sucre, denostando a los guayaquileños por mantenerse independientes de Colombia y Perú (carta 30-VIII-1822 “pobres diablos”). No fue positivo su resultado, no por la atención del personal; no, observar la forma nada técnica peor tecnológica de la búsqueda de una obra, existía pero no se encontraba, estaba mal archivada; otra, ni se sabía dónde estaba. ¡Qué importante es un archivo histórico! ¿Por qué Guayaquil no puede tener su pasado debidamente presto para servir, investigar, escribir sobre su historia? Si algo no conocemos no podemos valorarlo. ¿Será por ello que aún nuestra nacionalidad vacila frente a la verdad histórica que tanto necesitamos cimentar, la pertenencia cívica? Leopoldo Benites Vinueza (Ecuador, drama y paradoja) ya lo mencionó y muchísimos sentimos ese vacío histórico, superarlo para arraigarnos aún más y no la indiferencia dañina hacia nuestra identidad. En medio de esta pandemia del virus chino, mi exhortación patriótica a nuestra alcaldesa en tal sentido. Esto que vivimos después será historia. Debe ser conocida por nuestros futuros ciudadanos para que valoren el esfuerzo descomunal que hizo Guayaquil, abandonada a su suerte, y tuvimos a una mujer que sobreponiéndose a todos los inconvenientes, los superó y llegó al reconocimiento internacional por su decisión. Todo aquello tiene que estar guardado debidamente, pero si no hay infraestructura, tecnología, personal técnico acorde con las exigencias de conservar la memoria histórica de una ciudad; vienen otros y la distorsionan surgiendo ‘dudas’, igual a lo ocurrido con la independencia guayaquileña. Señora alcaldesa tiene otro reto importantísimo para conservar la memoria de Guayaquil: renovación inmediata. (O)
Regina Zambrano Reina, doctora en Jurisprudencia, Guayaquil