Era enero de 1958 y al inicio de las vacaciones escolares cuatro amigos del barrio Orellana estuvimos puntualmente en el campamento de la gabarra situado a orillas del río Guayas para trasladarnos a Durán, donde estaba la estación del tren que partía a Riobamba, de acuerdo con un viaje programado.
Para ahorrarnos compramos pasajes para el vagón de segunda clase, ya que el costo del pasaje del vagón de primera clase que incluía camarote, no cubría nuestro presupuesto; había vagones exclusivos de carga. Así emprendimos el viaje. El tren hizo la primera parada, de inmediato se desarrolló en el vagón donde estábamos un gran movimiento de carga y descarga de productos agrícolas hacia la Sierra y Costa. Ante esta incómoda situación nos trasladamos al techo del tren, donde disfrutamos de un placentero viaje de diez horas entre parada y parada hasta llegar a Riobamba.
Debemos recordar esta monumental obra del ferrocarril de carga y pasajeros que unía Guayaquil con Quito, que fue concebida y construida por Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro en sus respectivos periodos presidenciales. Muchos años después en tiempos de la ‘revolución ciudadana’ al regresar a Guayaquil de un viaje a la Sierra, me estacioné en una cafetería cercana a la laguna de Colta, escuché el silbato de tren, se me vino el recuerdo del viaje en mis años juveniles con mis amigos del barrio, con la diferencia de que el tren que arribaba era exclusivo para turistas, de acuerdo con la creada Empresa Pública Ferrocarriles del Ecuador en remplazo de la anterior que era de carga y pasajero. El año pasado el presidente Moreno anunció la liquidación de la Empresa Pública del Ferrocarril por quiebra con pérdidas millonarias. Como siempre el pueblo paga los platos rotos, nos quedamos sin tren ni de carga ni de pasajero. Retrocedemos, patria. (O)
Pedro Pablo Triviño Moreira, ingeniero civil, Guayaquil