La concepción más directa de la palabra falacia es la de un argumento que parece válido, pero que no lo es. Me parece que esta palabra define con claridad los teatros de los concursos, tal y como fueron concebidos por personas sin preparación adecuada o con interés malvado en contra de la sociedad ecuatoriana.
Partimos del hecho de que el instrumento de los ‘concursos’ no fue una idea original sino copia de lo implementado en otros países, con la idea de manipular procesos y de instalar en instituciones claves a cierta gente mediocre, afecta al régimen que los aúpe. Concursos que se han realizado en Ecuador han sido, casi todos, falacia, sus resultados confirman: ciertos contralores que recibieron cien sobre cien y resultaron verdadero chasco, vergüenza.
Hoy en día escucho una verdadera payasada como aquella de exigir un perfil psicológico a los candidatos a ocupar el puesto de contralor general de la República. Señores que esto piden, ¿no pueden echar un vistazo a la historia, donde se ha tenido muy buenos contralores sin necesidad de concursos ni de perfiles psicológicos?, resultaron ciudadanos que por méritos ampliamente reconocidos por la ciudadanía ocuparon el puesto de contralor, sin devenir en estar luego prófugos ni encarcelados.
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La madurez social y política es algo que debe permitir una verdadera evaluación de candidatos a funcionarios públicos, sin necesidad de disfrazar requisitos con papeles que muchas veces podrían ser falsificados, y que las comisiones evaluadoras son incapaces de detectar. Si queremos salir de marasmos, dejar de lado nominaciones como algunas que francamente se dejan involucrar en el desprestigio por actos dolosos sin siquiera mostrar vergüenza, debemos mirar en direcciones distintas a las de concursos mal diseñados y peor implementados. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito