‘Cómo pasaron los años’, se dice, pero no es así. El tiempo está y no pasa. Nosotros somos quienes venimos, vivimos y nos vamos. Perviven varios vegetales y minerales y nos miran pasar a nosotros, los humanos. Igual, por los astrólogos Copérnico y Galileo sabemos que la Tierra gira y el astro rey permanece estático a ciento cincuenta millones de kilómetros de distancia.

“Los años no pasan en vano”, se dice... Cuando miramos y percibimos el deterioro del cuerpo, de sus sistemas cardiovascular, visceral, muscular y de la dermis que se arruga y se empercha; y sentimos la prevalencia de otros habitantes que nos visitaron toda una vida: bacterias, microbios y ahora virus; y terminaron como huéspedes permanentes, fieles y acompañantes hasta el sepulcro.

“Cómo pasa rápido el tiempo”, dicen quienes trabajan incansables o los que gozan y disfrutan los placeres del cuerpo o el alma. Y “cómo pasa lento el tiempo”, dice el convicto confeso cumpliendo una pena por sus delitos y desaciertos.

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Y, cosa curiosa, el tiempo no existe para los que aman y viven ausentes de este mundo volando lejos entre quimeras, soñando despiertos... Pero felices. (O)

Guillermo Álvarez Domínguez, médico, Salinas