Fui auditor público y actualmente me desempeño como auditor de una organización del sector no financiero de la economía popular y solidaria.

Se comenta o se cree que el auditor público puede contagiarse por el poder político y económico, corromperse y descuidar el control de las instituciones estatales; de lo cual discrepo, ya que por experiencia propia puedo manifestar que quienes en muchos casos se dejan corromper son ciertos superiores jerárquicos, por coimas o por ‘ayudar’ a sus amigos involucrados en hechos, y obligan a los funcionarios que ejercen el trabajo de campo de auditoría a que cambien sus informes, y hay amenazas de sanciones o destituciones si no cumplen sus órdenes.

Yo he denunciado por la prensa que la entidad de control de las organizaciones del sector no financiero de la economía popular y solidaria se hace de la vista gorda en casos de corrupción y no ejerce un adecuado control, por lo que en los actuales momentos esta entidad se está convirtiendo en la que reemplazó, cuando se hizo la Ley de Economía Popular y Solidaria. Así que la verdadera reflexión de la ciudadanía debería ser: ¿permiten los superiores jerárquicos de las entidades de control que el trabajo del auditor –sea del sector público o privado– se refleje en un efectivo y en un eficiente combate a la corrupción? (O)

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Luis Vizuete Santos, ingeniero comercial y contador público, Guayaquil