La coronación de Carlos III de Inglaterra como rey aviva diversidad de comentarios, desde los sectores más tradicionales y románticos hasta los que provienen de ciertos fragmentos sociales ultramodernos, vanguardistas, progresistas, revolucionarios.

Siempre he manifestado estar en contra de absolutismos, monarquías, reinados, papados, principados y más ‘ados’, que se mueven en torno a alfombras rojas, cocteles, intrincados protocolos anacrónicos. Es solo una simple opinión basada en idealismos de igualdad, libertad, justicia, altruismo, filantropía, etc.; que de alguna manera han sido rescatados en esta especie de ‘imperios añejos’ que ventajosamente van agonizando. Respetamos la forma de manejarse de ciertas naciones con sus soberanías e independencias. Es claro que a lo largo de los últimos años, en concordancia con las nuevas corrientes del pensamiento universal, las monarquías han ensayado ceder posiciones en el manejo de sus políticas palaciegas, delegando responsabilidades y decisiones a los Senados o Congresos, pretendiendo mostrar al mundo la existencia de un régimen híbrido donde la apócrifa ‘democracia’ está en los presidentes de los Gobiernos, y la corona, que disimula el racismo, en palacios y abadías.

Todo este ‘estilo de vida’ de familias reales ataviadas con mantos, togas, guantes y aureolas, rodeadas de ceremonias y espectáculos, al proyectarse en las pantallas gigantes termina denigrando a los más indigentes del mundo. Lo propio podríamos decir de otras organizaciones, incluso religiosas, que en lugar de dedicarse a sofocar el hambre y la desnutrición, las fomentan disimuladamente, pues ahí radica su poderío y supremacía. ¿Cómo es que ciertos habitantes, inmunes al dolor y angustia existentes, apoyan y sostienen sistemas realistas y monárquicos? La verdad es que el famoso cuento de hadas no ha sido cuento; toda la vida ha sido una auténtica realidad que va de generación en generación, transmitiéndose, para que sus herederos reciban en la tierra los honores. (O)

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Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues, Cañar