Un aborto provocado, por donde se lo mire, es quitarle la vida a un ser humano que tiene todo el derecho de nacer y disfrutar la vida que Dios le ha dado, a una criatura inocente que cualquier familia de buen corazón la acogería entre los suyos porque los niños son una bendición.

Hay niños adoptados que luego ya grandes, colman de amor y gratitud a las personas que sin ser sus padres les dieron amor y los criaron. “... Os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25:40); se refiere al proceder de las personas frente a los que no están en capacidad de atenderse ni protegerse por sí solos como los niños. El doctor Jerome Lejune, fue francés profesor de Genética Fundamental de la Universidad de París, manifestó respecto al comienzo de la vida humana: “Cuando el espermatozoide y el óvulo se encuentran, un nuevo ser es formado porque su propia constitución humana y personal está completamente definida. La fecundación produce una constitución personal que es enteramente única de este ser humano, la cual no ha sucedido ni sucederá jamás”. Yo debo indicar que en el principio de la vida la información genética, la estructura molecular del huevo, el alma y el cuerpo, ya están completamente unidos porque es el comienzo de una nueva maravilla que llamamos “ser humano”. (O)

Carlos Garcés Montiel, Guayaquil