A lo largo del tiempo, el cerro del Muerto, ubicado en la parroquia rural El Morro, ha sido objeto de estudios no solo por biólogos, antropólogos, geólogos e historiadores, arqueólogos, a fin de sustentar y motivar su conservación. Es una aspiración de la población que 55 hectáreas que comprenden los cerros, sus faldas y zona de amortiguamiento se incluyan, y esta causa se ha defendido por más de diez años.
La belleza de los guayacanes en El Morro
Con la participación de equipos técnicos de la Prefectura, Municipio, academia y actores locales, entre los que me he sumado, se ha logrado una importante recopilación de datos. En materia de geología, un estudio de Molerio-León (Cuba) describe que “este paraje, como muchos del Ecuador, reviste una importancia geológica y paleoambiental extraordinaria. Son huellas de un pasado geológico donde ocurrieron eventos casi únicos en la paleogeografía del país y que es imperioso conservar. Las rocas que sostienen el relieve de los morros son, hasta ahora, exclusivas de esa parte del Ecuador”.
La formación de los cerros ocurrió hace millones de años cuando los ríos y el mar arrastraron sedimentos y fueron depositados en grandes abanicos aluviales, que luego fueron erosionados por el agua y por el viento.
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El turismo rural en la parroquia El Morro
Mientras caminamos por el cerro, se puede observar que el color y la textura de las rocas cambian, predominando el color rojo. A medida que nos internamos en él nos dejamos sorprender por las grietas y cuevas como resultado de una erosión diferencial. Para los aficionados a las rocas, es un deleite. Llegando a los pies del gigante dormido, la compactación de las rocas deja ver remolinos de color óxido producto de la filtración del agua que liberó minerales oxidándolos, dando origen a este “color vivo”, rojo que tiene un simbolismo de energía, vitalidad, pasión y para otras culturas “piedra de sangre”.
Adentrándonos aún más a la cadena de cerros, se puede distinguir cómo se extiende hacia el oeste, de esta cordillera curiosamente un cerrito se halla en el poblado, alineado y con la misma composición de arenisca.
No hay mayor satisfacción que llegar a la cima y contemplar desde ahí su esplendor, sentir la brisa fresca en el rostro y mientras extiendes los brazos con la mirada al cielo, reconectarse con tus propios sentidos. Una experiencia recomendada para dejarse envolver con el encanto paisajístico de estas milenarias rocas rojas. (O)
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Lorgia Roxana Vega de la Torre, parroquia El Morro