Las “vacunas” extorsivas ejecutadas por los delincuentes a todo tipo de ciudadano que obtenga ingresos de cualquier fuente, además de los robos, secuestros extorsivos y las muertes al estilo sicariato cometidos por los diferentes grupos delincuenciales en nuestro país, continúan aumentando.

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La delincuencia organizada conoce perfectamente que no pueden enfrentarse en campo abierto con nuestras fuerzas del orden; por ello emplean tácticas planificadas desde sus madrigueras con la ventaja de conocer plenamente el terreno en el que operan y logran anticipar con información privilegiada obtenida generalmente a través de sobornos o amenazas, cualquier tropiezo que atente contra el cumplimiento de sus fechorías, logrando evadir los operativos de control.

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Adicionalmente a lo expuesto, existe un factor fundamental en favor de la delincuencia que no se debe soslayar. Existen sectores populares en algunas ciudades de nuestro país tomadas por las bandas del crimen organizado, en las cuales sus residentes se han visto obligados (bajo amenazas) a pagar valores semanales por “vacunas” impuestas por los delincuentes que controlan el sector. Se colige entonces que colectivos populares enteros en muchas ciudades se encuentran sometidos por el crimen organizado, originándose por sí mismo una relación incestuosa entre los canallas y sus víctimas, que podría devenir en una aberrante e insultante aceptación de esa relación, lo que complicaría aún más la situación que atravesamos.

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El plan que planifique y ejecute el Gobierno para enfrentar al crimen organizado deberá tomar muy en cuenta estos parámetros e insertarlos en las estrategias que se lleven a cabo, porque lo último que nos pudiera suceder a los ecuatorianos es que comencemos a padecer del síndrome de Estocolmo. (O)

Víctor Eligio Gavilánez Castro, economista, Guayaquil