A pesar de que es el siglo XXI, parecería que aún estamos en tiempos antiguos donde reinaban la prepotencia, el desorden, el irrespeto, la falta de solidaridad, etc.

En un sector residencial como Urdesa debería haber empresas donde el desembarco de sus bultos no se haga a la medianoche y las alarmas no se activen en la madrugada causando contaminación auditiva y la interrupción del descanso de los urdesinos, y qué decir de los chatarreros en vehículos destartalados que circulan diariamente perifoneando ventas a altos decibeles, inclusive los fines de semana; los choferes de buses con bocinas estridentes que piensan que al pitar, el tráfico va a rodar más rápido y que para ellos no existe la luz roja de los semáforos; lo mismo para los motociclistas que incluso invaden las aceras. Las empresas que proveen internet hacen sus reparaciones y dejan botados abundantes cables sobre las veredas, haciéndolas más intransitables ya que algunas están en estado calamitoso (con huecos, etc.). Parece que vivimos en una ciudadela (Urdesa) y una ciudad (Guayaquil) donde no existe autoridad alguna que haga respetar las leyes. Guayaquil se convirtió en tierra de nadie. (O)

Xavier Guerrero Hernández, arquitecto, Guayaquil