Es evidente que el ser humano desde siempre vive un drama singular llevado por fuerzas que doblegan una voluntad débil y por un desconocimiento, o aun con conocimiento de causa, cede a sus principios, y en palabras de Pablo de Tarso termina haciendo el mal que no quiere, y el bien que quiere no lo hace. (Romanos 7,19).
Contra los hechos no se puede argumentar, el ser humano a lo largo de su existencia vive en incertidumbre, sufrimiento, dolor, angustia, estrés, ansiedad, depresión etc. Ante catástrofes o guerras queriendo mostrar poder, revela debilidad. Pareciera que en nuestra historia humana predomina el bemol, pero si observamos con detenimiento, en esta misma historia se nos permite apreciar tiempos sostenidos, momentos de gloria, de Tabor, de Reino. Uno de esos momentos, sin duda, es la Navidad, en la que parece que quisiéramos volver a la inocencia original, sacamos lo mejor de nosotros, es un verdadero jubileo anual. Toda la atmósfera parece que se confabula para propiciar este tiempo de compartir. Razón tenía el profeta al decir: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”, (Isaías 9,1). Que irradiemos esa luz. ¡Feliz Navidad! (O)
Cristhiam Carpio Castro, máster en Educación, Daule