La aspiración a dirigir una nación no se trata de un concurso donde cada candidato se disputa la condición de ser el más ‘guapo’, más ‘rudo’, ‘sabelotodo’ y todo lo puede.
De todo aquel que pretenda gobernar debemos saber primero si cuenta con los siguientes atributos: ser honesto, amar y respetar a su patria, ser equitativo, equilibrado, responsable, sencillo, decidido, educado, culto, respetar los derechos humanos, la libertad de expresión y del pensamiento; luchar por la libertad, la paz, el bienestar de sus congéneres, sobre todo pedirle a Dios la sensatez y sabiduría. Los valores mencionados no son de seres perfectos ni de extraterrestres, son de personas normales con espíritu de conciencia, servicio y liderazgo para hacer el bien. Los ecuatorianos anhelamos protección y seguridad del Estado, trabajo, salud, educación, paz, autonomía. Por eso, considerando el sentir de los demás, me tomo la libertad para rechazar tajantemente a los gobiernos dictatoriales porque hacen todo lo contrario a los preceptos expuestos. Los tiranos detestan las opiniones de los demás, solo lo que piensan ellos es lo valedero; la verdad los asusta, por eso censuran todo, combaten, enjuician, clausuran iglesias, medios de comunicación independientes por ser veraces con la información. Los dictadores son inestables, humillan, menosprecian incluso a sus más cercanos colaboradores. Imponer el miedo, la tortura y la compra de conciencias de ciertos militares, jueces, gentes, corruptos, es la táctica que utilizan para reprimir a los que los censuran. Son por naturaleza narcisistas patológicos, se consideran insustituibles, se aferran al poder y crean leyes a su medida. Pero los mismos que los encumbren son los que más tarde los derriban, ha pasado con faraones, emperadores y con todos los tiranos. ¿Será este tipo de gobierno que pretendemos tener y que de alguna manera nos habíamos librado?, creo que no, nos merecemos un mundo mejor para nuestras familias y futuras generaciones. En mis ocho décadas de existencia jamás imaginé que el Ecuador haya tenido que llegar a tal extremo de estar considerado como una nación de alto riesgo por la inseguridad. No obstante, nos quedan la fe y la esperanza porque los ecuatorianos somos unidos, esforzados, emprendedores, solidarios, y venceremos las plagas que nos acechan, como ya lo hemos hecho con otras calamidades.
¡Que Dios se apiade de nuestra nación e ilumine al ser humano, a los gobernantes y a los que aspiran a dirigir nuestro país! (O)
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José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil