Oí mencionar al tenor Ángel Oyola desde muy niño, mis padres narraban que él cantó el Ave María de Schubert, el día en que los casó el sacerdote italiano Ángel Botta Noris, en 1958 en la iglesia de María Auxiliadora. Además, el consagrado tenor cantaba en las misas de los lunes, a las que asistíamos los alumnos del Colegio Salesiano Cristóbal Colón, y los domingos en la misma iglesia, ubicada en el Barrio del Centenario.
El maestro Oyola pese a que fue ampliamente conocido y apreciado por los guayaquileños, mantenía una actitud modesta y discreta. Ya adulto yo traté más de cerca a Angelito, pues mantenía una profunda amistad con Guido Garay (fue mi tío y folclorista guayaquileño), con quien recordaba gratas experiencias en los ensayos y estrenos de óperas en las que compartieron escenario en los años 50. Pero fue en el 2004 cuando ocupé el cargo de director de comunicación de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas que conocí plenamente a este maravilloso ser humano. El maestro Oyola nunca dejaba de sorprenderme, pues no importaba la hora ni la distancia ni lo extenso del programa, siempre llegaba con anticipación. En la vida lo vi vestir nada casual, usaba terno, nunca lo vi cansado, tenía una conducción pausada, controlada, ¡era admirable! El domingo 12 de marzo de 2023 se apagó su voz y Guayaquil se entristeció, (https://www.eluniverso.com/entretenimiento/cultura/tenor-angel-oyola-fallece-a-los-84-anos-nota/).
Su voz conservó la energía al pasar de los años, lo que es digno de resaltar. Era mucho más que una voz, era un alma sana, jamás lo escuché expresarse mal de ninguna persona, tenía palabras gratas para todos. Poseía desapego a lo material. Lo recordaré partidario, ameno, franco, dispuesto a colaborar sin recibir nada a cambio. Nos representó dentro y fuera del Ecuador dejando a nuestro país en alto. Exhorto al Concejo Cantonal de Guayaquil perennizar su memoria bautizando con su nombre a una calle. (O)
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Gustavo Adolfo Rivadeneira Romero, Guayaquil