Veo todas las escenas de la cruenta invasión de Rusia a Ucrania. Es la primera guerra que veo noche tras noche en los diferentes canales de televisión, desde la comodidad de mi hogar. Pude concluir que la guerra saca lo peor de los llamados ‘seres humanos’, que de humanos no muestran nada en las oscuras tinieblas de la extrema maldad bestial, inhumana.
Incrédulo observo innumerables cuadros de insoportable dolor, sufrimiento a raudales, violaciones, niños asesinados, embarazadas y ancianos muertos a balazos; todo esto acompañado de destrucción de hospitales, guarderías, edificios de vivienda y terminales de trenes. Hermosas ciudades convertidas en cenicientos, escombros, de los que emanan pólvora y muerte.
Veo masacres bárbaras que al parecer han surgido desde las fibras más íntimas del corazón petrificado, incrustado en lo profundo del alma siberiana del anciano Putin. La crueldad en su máxima expresión, la maldad del hombre colocada en el inalcanzable pedestal de la estupidez. Absorto contemplo la insoportable iniquidad del ser que a pesar de que fue creado a imagen y semejanza de Dios, decidió transformarse en el brazo ejecutor del terrible satanás. (O)
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Gustavo Vela Ycaza, doctor en Medicina, Quito