Debo iniciar expresando que las mujeres son hermosas. La madre de Dios es la más hermosa, mujer divina.

Las mujeres deben ser valoradas como personas, no pueden ser tomadas como objetos. Las admiro porque son trabajadoras, responsables, pueden hacer varias cosas a la vez (trabajos de la casa y oficina, emprendimientos, estudian, venden, limpian, etc.). Hay hombres abusivos, agrestes, machistas, que las engañan, ofenden, no les reconocen sus derechos, no les pagan buenos sueldos, ganan menos salarios que ellos hombres. En los trabajos, los hogares, en todos los sectores, debería desarrollarse una transformación mental para que no conceptualicen a la mujer como en la prehistoria, no la vilependien, no sean injustos, no abusen. Los hombres tenemos el deber irrenunciable de respetarla, cumplir sus derechos, que triunfen como féminas que provienen de la naturaleza divina celestial proyectadas en el amor de Dios; son eje de la sociedad. Los hombres en calidad de novios, esposos, hijos, hermanos, sobrinos, ahijados, amigos, etc., tenemos que ser leales con las mujeres. El hombre que se casa debe recordar que la fidelidad conyugal es la única forma de conservar el matrimonio con amor que le prometió a la esposa en el altar, y si le es infiel, desleal, está poniendo en tela de duda su palabra de hombre. (O)

Eduardo E. Jiménez Macías, Salinas, Santa Elena