Martes 7 de marzo, 04:00. Me pongo a escribir bajo el tenue parsimonioso golpear de las gotas de lluvia sobre el tejado, mientras su cantidad no inunda como sucedió el viernes 10 a las 04:00, que al levantarme de la cama el agua me llegó hasta la mitad de mis piernas, ya que nos anegamos en Milagro. De ahí, a revestirme de santa paciencia ante una realidad que me hizo pensar en la calidad del agua: contaminada con millones de microbios, que tocaba mi piel y dañaba mis cosas, artefactos eléctricos, muebles, libros, ropa, etc. Enseguida pensé: “¿Y la gente humilde que vive en los barrios pobres?”, sus cosas se dañan y con estas aguas contaminadas, si no se toman las medidas higiénicas, se pueden afectar; ¿y cómo salen a trabajar? Una verdadera tragedia.

Nuestra ciudad creció sin orden; el río se estrechó. Todas las aguas servidas van a él a través de un alcantarillado contaminado con heces fecales y obsoleto. El río, al desbordarse, devuelve sus aguas contaminadas con heces a la ciudad, enfermándola. ¿Qué hacer por las inundaciones en la ciudad de Milagro? Consultar con expertos, ingenieros hidráulicos, etc., para controlar el río, limpiándolo, haciendo muros de cemento, baipás, etc.

Babahoyo tiene un río muchísimo más grande que el nuestro, y lo ha logrado controlar en buena parte, con buena asesoría técnica. ¿Por qué los milagreños no podemos hacerlo con el aporte del Gobierno, la Prefectura, la Alcaldía...?

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Con el calentamiento global vendrán mayores calores; las lluvias aumentarán en el invierno que tenemos. Aprovecharíamos cuando venga el verano para limpiar el cauce del río, hacer muros de contención protegiendo a la población, comprar bombas que faciliten el drenaje de las aguas de inundaciones que tanto daño hacen, principalmente a la gente pobre. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, doctor en Medicina, Milagro