Fue hace unos 40 o 45 años. Salimos en familia en un bus y vehículos particulares, desde la ciudadela Kennedy de Guayaquil, a las tres de la mañana, invitados por las Juventudes del FRA de Riobamba, que habían levantado un monumento de piedra como un homenaje póstumo al Ec. Abdón Calderón Muñoz, en ese lugar.
Llegamos a Riobamba al desayuno en el hotel en el que nos alojamos. Desde allí nos dirigieron dichos jóvenes hasta el lugar del homenaje, ubicado a unos 4.500 m de altura sobre el nivel del mar (primer refugio). Nos habían advertido: caminar muy despacio, la falta de oxígeno es impresionante. Los mayores lo hicimos, no así los jóvenes (hijos, sobrinos, nietos). En ese sitio estaba un equipo de fútbol jugando y pronto se enfrentaron con ellos. Al término del primer tiempo, estos chicos empezaron a sentir soroche. Nos contaron que ahí entrenaba el Olmedo, que fue campeón nacional, en aquellos años. Los jugadores de ese lugar les dieron agua de canela con puro. Les hizo peor. Llegaron a los vehículos casi desmayados. De ahí se parte al segundo refugio. No subimos, por cuanto se necesitan trajes y zapatos especiales para ir por el caminito que está cubierto de nieve. La vista del Chimborazo desde ese lugar es maravillosa, se aprecia una capa de nieves perpetuas sobre su cumbre de unos doscientos o trescientos metros de ancho.
Terminados los discursos y los aplausos, con los chicos medio desmayados, mi madre ordenó el retorno a Riobamba. A medida que bajábamos, iban recuperando el color. Para colmo, se pinchó una llanta de uno de los vehículos y nos bajamos del bus a admirar el paisaje. De repente una tormenta de granizo se desató con fuertes vientos. Las bolas de granizo que caían eran del porte de los bolondrones con los que jugábamos a las bolas de pequeños. Nos metimos a los vehículos y partimos hacia Riobamba, al mismo hotelcito donde desayunamos.
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Años después, me enteré de que ese hotel se quemó como consecuencia de una gran explosión de pertrechos y tacos de dinamita que estaban almacenados en el cuartel general del Ejército ecuatoriano, acantonado en Riobamba, “el Galápagos”, que afectó a varias casas de manzanas aledañas.
Después del almuerzo, regresamos a Guayaquil por la carretera Riobamba-Guaranda, que prácticamente le da la vuelta al Chimborazo.
Recomiendo un paseo al Chimborazo, pero siempre acompañados de guías riobambeños especializados en ascensos. (O)
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Sucre Calderón Calderón, abogado, Guayaquil