Procedo a comentar acerca de la carta del señor Gabriel Fandiño, publicada en este medio el pasado 28 de septiembre, para realizar aclaraciones.

Un poco de justicia para Manuel J. Calle

La madre del niño héroe Abdón Calderón había enviudado, su cónyuge murió fusilado por orden de un virrey tirano, la causa: ser partícipe de la independencia de América. El joven Abdón tenía en sus venas sangre de héroes y de mártires, y en su alma, la filial obligación de vengar el bárbaro asesinato de su padre; su madre lo apoyó. Se enlistó en el ejército libertador. Se dio la batalla de Pichincha el 24 de Mayo de 1822 y el general Antonio José de Sucre presentó el consiguiente parte al libertador Simón Bolívar, tal como consta en el fragmento siguiente: “... en tanto, hago una particular memoria de la conducta del teniente Calderón que habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso retirarse del combate. Posiblemente morirá…”. El documento es parte de la historia, es testimonio de los acontecimientos y formulado con la respetabilidad de quien recibiría el grado militar de Mariscal de Ayacucho. Esta es la única realidad, un acto heroico que supera la leyenda.

El himno al 9 de Octubre y la orden masónica

Después de 83 años, frente al hecho narrado, Manuel J. Calle decidió crear una leyenda, dicho en otras palabras, hizo un relato en el que la historia aparece desfigurada por la tradición oral, una invención que tiene siempre un fondo de verdad. El señor Calle justifica su creación y luego de criticar la enseñanza de la época, afirma en su libro que su leyenda tiene como objetivo facilitar a los niños un pequeño libro de lectura que les hable de los grandes días de la emancipación y procure despertar su curiosidad por la historia. Su intención fue magnífica, pero considero que no dio el resultado deseado porque lo narrado no fue difundido como leyenda. La leyenda consta de muchos caracteres impresos en el libro denominado Leyendas del tiempo heroico y en la que, entre otras cosas, se dice lo siguiente: “… silba otra bala y le rompe el brazo izquierdo. ¡Viva la república!, grita el heroico adolescente, y siempre en pie, siempre sereno, anima a los suyos, y corre adelante con la espada en los dientes…”. Este es el segmento más ficticio. Para comprender el contexto se debe leer a Calle, el parte de la batalla del Pichincha, y diferenciar la realidad de la fantasía. (O)

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Rafael Mendoza Avilés, abogado, Guayaquil