Las instituciones de educación superior (IES) definen hoy sus agendas a corto (2025), mediano (2030) y largo plazo (2050), con base en el análisis de organismos internacionales y en los retos actuales que afrontan: guerras virales, virtualización de procesos, sistema de oferta y demanda educativa, giro en actividades académicas, diversificación del perfil estudiantil, demanda de carreras inéditas, nueva arquitectura de titulación, viraje de lo disciplinar hacia conocimientos integrados, reconfiguración del vínculo Estado-mercado-universidad, entre otros.
La académica norteamericana K. Manning señala que a las tradicionales tensiones históricas y culturales de las IES (p. ej.: especialización vs. integración, corporativización vs. artes liberales) se suman otras en el siglo XXI: globalización e internacionalización, menor financiamiento estatal, énfasis en gestión del mercado, gerencia y docencia tecnologizadas, diversificación estudiantil y docente (etnia, género, edad), currículum estandarizado, mayor poder administrativo por manejo presupuestal.
Para el profesor J. J. Brunner los contextos presentes de las IES incluyen masificación, universalización y diversificación de la educación superior; resultados de graduados; investigación y producción de conocimientos; e internacionalización. Observa que la gobernanza será sistémica e implicará un poder burocrático-tecnocrático que lesionará su autonomía (designación de autoridades, planificación estratégica, imperio de indicadores, rankings), generando conflictos entre jerarquías entrantes vs. antiguas y la cultura académica.
A nivel mundial, el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030 demanda su transversalización en las estructuras, prácticas, procesos y cultura institucional, y la interdisciplinariedad entre ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas, humanidades y ciencias sociales.
Reimaginar el futuro plantea la Unesco para 2050. Un nuevo contrato social por la educación (normas, compromisos y principios de carácter legislativo formal y culturalmente arraigados), que reequilibre nuestra convivencia con la Tierra y aporte el conocimiento y la innovación para forjar futuros sostenibles y pacíficos, basados en la justicia social, económica y ambiental.
Son ocho las preguntas de la Unesco al sistema educativo: ¿Qué educación? ¿Qué conocimiento? ¿Qué humanismo? ¿Qué investigación? ¿Qué impacto? ¿Qué instituciones? ¿Qué profesiones? ¿Qué ética? Para responderlas, como algún día comentó Brunner, habría que pensar en el sentido de la historia, el estatuto de la razón, el lugar de lo sagrado, los rasgos del ambiente, los tesoros de la cultura y artes, las grandes religiones; el debate sobre la crisis de la democracia, la persistencia de las desigualdades, las fallas del Estado, la utopía del populismo carismático.
En los últimos años, China ha construido 100 IES de clase mundial para formar líderes de talla universal con tres habilidades claves: idiomas, interculturalidad y finanzas, lo que le permitirá expandir su dominio desde cualquier rincón planetario.
Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Cuál educación superior? (O)