“Esto es lo que tenemos: una ventana y un horizonte”, decía uno de los personajes de la obra de teatro virtual Hoy me despertó el canto de las ballenas, de Eduardo Pardo, interpretada por Marina Salvarezza, desde su casa, y otros actores desde Venezuela y Miami.

Esta producción, creada y ejecutada desde una realidad de pandemia y desencuentro físico, es, de alguna manera, un símbolo de resiliencia y colaboración no solo desde su ejecución, sino también de la incorporación del público, quien está invitado a colaborar económicamente con lo que pueda y desee. Es decir, el montaje se sustenta en un acto de confianza.

Hoy, con un Guillermo Lasso electo, nuestra realidad no es muy diferente, esto es lo que tenemos: una ventana y un horizonte.

Sin embargo, pasando la euforia del triunfo, volvemos a la realidad de un país complejo, que se ha formado en la desconfianza, que pareciera estar acostumbrado, o más bien resignado, al oportunismo y a ver cómo el Estado es un botín de turno.

La tarea de levantar al Ecuador es difícil, no pasa solamente por la capacidad técnica del nuevo presidente y sus ministros.

La amenaza de una Asamblea en contra y unas finanzas seriamente comprometidas dibujan un escenario donde es más factible delinear un camino a largo plazo que conseguir resultados inmediatos.

Es la oportunidad de plantear un proyecto país, sin embargo, una propuesta así no es posible si no hay una predisposición de colaboración de todas las partes.

Venimos de unas sucesivas elecciones donde el protagonista ha sido “el voto en contra”. Donde la polarización ha marcado las agendas electorales y de gobernabilidad. De mantenerse ese escenario, no es mucho lo que podemos esperar si queremos superar los desafíos sociales, de pobreza, educación y salud.

Como plantea Humberto Maturana, es imprescindible, como sociedad, pasar de la era de la competencia a la era de la colaboración, donde en lugar de negar al otro se le legitima para poder construir juntos algo valioso.

Por eso, el eslogan “El Ecuador del encuentro” pasa a ser una premisa fundamental para el proyecto país.

Es la apertura para tener un verdadero diálogo nacional, en un lugar donde han predominado los monólogos. Un diálogo que depende de dos cosas, voluntad y confianza.

¿Se podrá torcer la historia de un país fragmentado y regionalista? ¿Se podrá empezar a sembrar un nuevo relato de colaboración?

En estas elecciones quedó demostrado lo que la gente no quiere, ahora es momento de definir lo que sí queremos y estar dispuestos a trabajar juntos por eso.

Sé que todo esto puede parecer idealista e ingenuo. Sé que somos un país con mala memoria, inmediatista y paternalista, pero un día se puede empezar a cambiar.

Hoy, esto es lo que tenemos: una ventana y un horizonte, pero que en un acto de confianza y colaboración puede convertirse en el Ecuador del encuentro. (O)