En este artículo, escrito cuarenta y ocho horas antes de la elección, solo caben los supuestos que predominaron en la fase final de la campaña. El primero de estos era que había dos asuntos que están bastante claros. El más visible era que las dos posiciones extremas no están en disputa. Desde que los borregos, como gustan ellos que se les llame, se alinearon dócilmente como siempre lo han hecho, la punta estaba asignada a Luisa González. En el otro lado Bolívar Armijos no tuvo competencia a lo largo de toda la campaña. Por tanto, era poco probable que por esos lados se presentara alguna sorpresa. El segundo supuesto, sobre el que pocos tenían dudas, era la necesidad de la segunda vuelta. Desde diversas perspectivas y con un sinnúmero de explicaciones se concluía que la candidata de Correa no lograría ganar en una sola ronda. Él mismo, como dueño y señor de esa candidatura, aceptó esa realidad en un video que circuló el jueves (en el que desarrolla una delirante teoría conspirativa).
Por consiguiente, la disputa verdadera se habría dado entre los tres candidatos que buscaban el segundo lugar. El objetivo de cada uno de ellos, aparte obviamente de alcanzar ese puesto, habría sido recortar la distancia con la representante del borreguismo. A pesar de sus sesgos e intenciones, las encuestas coincidían en que, después del asesinato de Fernando Villavicencio, ese lugar estaba disputado por Pérez, Sonnenholzner, Topic y Zurita (en orden alfabético, para evitar suspicacias), seguidos a mayor distancia por Hervas y Noboa (también alfabéticamente). Si esto se ha definido por un margen muy estrecho, como coincidían los pronósticos, podría trasladarse la contienda al Consejo Electoral e incluso al Tribunal Contencioso Electoral. Por tanto, tendríamos para rato.
Aparte del tema de la seguridad, que es el primero en la preocupación ciudadana, el final de la campaña estuvo marcado también por el económico, en particular por el futuro de la dolarización. Los aspirantes al segundo puesto recibieron en días anteriores un soplo de aire fresco de parte del imprudente candidato a vicepresidente en la fórmula borreguil. Debido a uno de sus exabruptos se instaló en la agenda electoral el debate sobre la desdolarización (tratado en esta columna el 24 de julio). Aunque los especialistas electorales sostienen que es un tema complejo que no está al alcance de todas las personas y que requiere de explicaciones técnicas, ocupó un lugar destacado en el tramo final de la campaña. No podía ser de otra manera, ya que de la preservación de la dolarización depende no solamente el futuro de la economía del país, sino también –y sobre todo– la más cercana a las personas, la que siente en su bolsillo, la que se expresa en la compra del pan, en el pasaje del bus, en la compra diaria.
Si las cosas van por esa vía, a partir de hoy volveremos a las especulaciones electorales. Seguramente la principal de estas tratará sobre la repetición o no del triunfo del anticorreísmo, como ocurrió en la elección de 2021. No es improbable que ello ocurra, si en aquella ocasión un candidato desangelado, sin una organización que pueda considerarse como partido político y a una distancia de trece puntos del ganador de primera vuelta volteó el resultado en la segunda. (O)