Latinoamérica lleva décadas indoctrinada en el marxismo. Cuba marxista instauró la dictadura más larga de la historia de la región y empobreció a su pueblo, y aun así mantiene su atractivo a tal punto de que captó como satélite a Venezuela, que de millonaria pasa a pordiosera. Encandelilla al pueblo peruano que estaría por elegir presidente a un maestro de Cajamarca fervoroso seguidor de los Castro y Maduro. Cuarenta años de prosperidad no bastan para convencer al pueblo chileno de que hoy están mejor que bajo Allende. Incluso gente conservadora analiza la política bajo el concepto marxista de lucha de clases. Con esa óptica nuestros textos alaban el golpe de Estado de 1925 que acabó con trece años de próspera estabilidad liberal. Minimizan que fue un presidente liberal quien en 1916 eliminó el concertaje y la prisión por deudas, con lo cual destruyó el huasipungo y liberó al indígena de su virtual esclavitud.

Novedoso es que el Ecuador elija un presidente liberal. Lasso entusiasmó a solo un 20% del electorado, a los que se sumó el 32% que no quiso el retorno del correato. Muchos creen que liberal significa ansias de acumular dinero, reparto del botín entre los ricos, desinterés por la suerte de los pobres. No saben lo que es liberalismo. Y por eso los descolocan las primeras acciones del presidente Lasso.

Liberal significa respeto a la separación de poderes y a los derechos humanos y políticos. En su posesión, Lasso Mendoza se ratifica en lo primero. Anula el reglamento a la ley mordaza y envía una nueva ley a la Asamblea, restableciendo la libertad de expresión.

Nada más ajeno al liberalismo que el reparto de contratos a dedo y protección para grupos económicos. El liberalismo significa eliminación de las trabas a la competencia, para que entren nuevos ofertantes de bienes y servicios, y bajen los costos al consumidor. El presidente vetó parcialmente la ley de transporte porque prohibía la competencia en los servicios de transporte. También por eso Lasso bajará los aranceles.

Que el liberalismo es contrario a los amarres lo aprendí rudamente en mi primer año de estudiante en la Universidad de California. El asistente de cátedra en la materia de Introducción a la Economía, quien era liberal, me increpó: “Ustedes en Ecuador no se desarrollan porque protegen a los poderosos y no permiten la competencia”. Visión simplista, pero en parte cierta.

Sorprendidos estarán los antiliberales por el anuncio de Lasso de poner énfasis en los programas estatales de salud y atención a la desnutrición infantil. Para el liberalismo, los recursos fiscales deben ir al servicio de la gente: educación, salud, nutrición infantil, seguridad. Que los negocios son de ámbito privado, no estatal, y que el Estado debe contentarse con regular, supervisar y cobrarles impuestos.

De este gobierno debe esperarse una mejor gestión estatal, ya lo estamos viendo en la vacunación; un sistema transparente en las compras públicas, más fondos para combatir la desnutrición. Como la plata no sobra, esto requerirá reducir los puestos de escritorio.

Por supuesto hay liberales sin sensibilidad social, así como entre los socialistas no solo hay los idealistas que buscan la equidad social, sino también los agitadores violentos.

Hoy, Guillermo Lasso nos está mostrando la buena cara del liberalismo. (O)