Estamos presenciando que las grandes potencias occidentales rinden honores al príncipe heredero de la mayor potencia exportadora de petróleo del mundo, Arabia Saudita, quien está bajo sospecha, de esas mismas potencias, de ser el autor intelectual del asesinato de un periodista opositor en las propias oficinas del Consulado saudita en Turquía, adonde había ido a renovar su pasaporte. Esto nos hace recordar la doctrina de Montaigne, en sus Ensayos, del relativismo ético, por la imposibilidad del hombre de llegar a descubrir la verdad y la justicia: de que lo moral en un tiempo puede dejar de serlo en otro. Las grandes potencias occidentales, integrantes de la alianza militar OTAN, en guerra no declarada formalmente, están sufriendo las consecuencias de las sanciones económicas impuestas a Rusia por su invasión a Ucrania; sanciones que están volviendo en su contra, como un boomerang, y están provocando una escasez de petróleo y sobre todo de gas en Europa Occidental, que están estrangulando su economía y su bienestar, particularmente ahora cuando se aproxima el invierno; los efectos de esta guerra los está sufriendo el mundo entero por el aumento de los precios de los combustibles, de los alimentos, de la inflación, de los intereses, con los que se quiere contenerla, y mil cosas más. Pero lo del príncipe heredero, no es lo único que sorprende; vemos a Estados Unidos negociando con Maduro para que pueda aumentar la producción de petróleo; cosa similar ocurre con Irán, para retomar el acuerdo de no proliferación nuclear de 2015, roto por Trump, levantar las sanciones y permitir la libre exportación de su petróleo.

La lucha por el dominio del petróleo ha modificado fronteras. Al término de la Primera Guerra Mundial al caer el Imperio turco derrotado, junto con Alemania y el Imperio austro-húngaro, las potencias occidentales vencedoras se repartieron el Imperio turco y su petróleo; el Irak no existía y fue creado. Hay una curiosa historia que revela los entretelones del reparto. Hay un señor, Gubbenkian, al que se llamó el hombre del 5 %, que dibujó una línea roja que delineó los límites de cada país, lo que correspondía a cada vencedor. También hay que recordar que el primer ministro de Irán, Mossadegh, tuvo el “atrevimiento” de nacionalizar la petrolera británica Anglo Iranian (1951), lo que condujo a su propia caída, en 1953. Así como Oscar Wilde decía que el sexo mueve al mundo, cosa igual puede decirse del petróleo en el mundo moderno.

Lo sensato sería detener esta guerra de Ucrania y Rusia, que en gran parte nació del afán de la OTAN de incorporar a Ucrania y cercar a Rusia; con la declaración de su neutralidad, podría encontrarse una salida de paz. Las dos partes están sufriendo grandes pérdidas. Por supuesto que Ecuador jamás puede aceptar una guerra de conquista: mucho ha sufrido por invasiones externas.

Volviendo a Ecuador, esperamos del presidente Lasso el veto total de la Ley de Comunicación. Un veto parcial abre la posibilidad de que la Asamblea insista y apruebe la ley mordaza. Simultáneamente, podría vetar el proyecto por inconstitucional, como lo sugiere León Roldós. (O)