La tendencia de quien escribe y opina es la de hablar por los demás. Del circulillo siempre estrecho de una vida concreta no brota necesariamente el pensamiento de la mayoría, pero hago caso de la tendencia y me pongo a lanzar ideas de las que se han incubado en esta semana de intensos ajetreos psicológicos y comunicativos. La sociedad ecuatoriana, con una gran sensación de alivio inicial, entra en un compás de anhelos y expectativas: desea vivamente mejorar.

La pareja que dirigirá el Gobierno nacional por los próximos cuatro años está comprometida a emprender una gigantesca tarea de renovación. Mucho tiene que cambiar para que la vida vuelva a mostrarnos un rostro de paz, progreso, seguridad y tolerancia. La palabra crisis se ha repetido tanto en los años recientes que ha ido perdiendo significado, el ciudadano pobre, el de los grandes conglomerados, viene de ver que su sueldo se pulverizaba, que perdía el empleo, que si se enfermaba la atención de salud pública era pésima, que la educación de sus hijos era una machacona repetición de conceptos, que para cualquier servicio tenía que “pasar la mano”, es decir, pagar por lo bajo lo que el Estado le aseguraba que era gratuito.

Desde lo individual, la problemática social la vivimos encarnados en una materialidad asfixiante donde lo principal es llevar el pan a la mesa. Pero en la medida en que nos vemos en dimensión de grupo y de pandemia, las necesidades crecen en red –vacunas, medidas para el cuidado, hospitales y medicinas para los contagiados, exequias para los fallecidos– y mucha gente perdió desde el trabajo a seres queridos. Todo esto con el trasfondo de escándalos ligados a instituciones públicas, sicariato en las calles, delincuencia desatada, visible deterioro de la capacidad de gobernar.

La visión macro es otra cosa. Para su identificación y denuncia requerimos de la voz de los especialistas. ¿Qué será más urgente de atender en la auténtica emergencia de reactivar la economía de este país? ¿La minería, la defensa del agua, la inversión extranjera, la recaudación de impuestos, la recuperación de todo lo robado por los corruptos? ¿Atendiendo múltiples frentes se creará empleo, se levantarán nuevas viviendas, se ampliará la red de carreteras, se enderezará el torcido árbol de la educación, se fortalecerá la atención del seguro social, se mirará hacia el campo y la agricultura?

En materia de derechos, la mitad más uno de la población esperamos que las mujeres sean, primero comprendidas y luego respetadas en singularidad y equidad, al mismo tiempo. Que no sean solamente las leyes las que propicien el respeto y el reconocimiento a su puesto social sino una campaña que transfigure la mirada: ni frágiles, ni tiernas, ni adornadas sino reales ciudadanas llamadas a dar su contingente sin riesgos de acoso, lejos del sexismo que devalúa a la vez que utiliza.

Los niños ecuatorianos también esperan vivir en una sociedad que los cuide, que los reciba con amor y que los eduque visionariamente hacia la libertad y la responsabilidad. Las minorías, a las que les ha costado tanto conquistar sus derechos, esperan mantenerlos y fortalecerlos. Las etnias diferentes de este conglomerado pluricultural deben insertarse en la generalidad para, defendiendo raíces ancestrales, ser también ecuatorianas. ¿Parece mucho? Sí, pero es lo que esperamos. (O)