Escribo esta columna el jueves, 5 de mayo del 2022, pensando que el domingo 8 de mayo es el Día de la Madre.

A metros está Sylvia Paulson Vernaza, mi cónyuge; hija, hermana, madre y abuela, incansable, sin límite de tiempo, cuando se la requiere en cada una y todas las calidades indicadas.

Y es mi compañera en los senderos del hacer cotidiano por más de una década, así como en compartir afectos y recuerdos, aun cuando antes no fueron de ella. Cuando nos unimos en matrimonio por la Iglesia, el 2012, invoqué a mis muertos amados y, en particular, a Mechita Icaza Olvera, inspiradora de decisiones trascendentales de mi vida, con quien me uní en matrimonio en diciembre de 1993, fallecida el 2005, madre de mi hijo, a su vez con hijos anteriores. Todos estamos vinculados en una gran familia.

La matriz de la vida biológica está en el vientre de la mujer que se convierte en madre. Más allá de esa circunstancia, también en ella está la fuente del amor, aun cuando no sea madre biológica.

Y lo sustenta la Biblia en múltiples pasajes del Viejo Testamento, pero más en el Cristianismo. Sin Eva y sin María no se explica la creación, primero, ni la existencia de Cristo, ni la resurrección, ni la vida eterna.

El miércoles 4, en mi oficina entró en la conversación la religión, por unas citas del escritor Eduardo Galeano, ateo confeso, que sostiene que los seres humanos solo somos una especie más de vida, con condiciones diferentes de otras, citando el parecido con los monos, y se mencionó que las válvulas biológicas sustitutivas en el corazón usualmente son de tejido de cerdo, por ser compatible con el del ser humano. Cuando dije que yo creía en los ángeles, aun cuando no tengan alas, se lo tomó como broma. Ya en la noche, en mi vehículo, en la avenida de la Democracia, se descargó la batería y le pedí al conductor que vaya a comprar otra, permaneciendo yo fuera del carro; en minutos tuve ayuda de una profesional, hasta entonces no conocida por mí, que buscó el auxilio de un familiar que llegó con herramientas por un acaso haya trabajos adicionales al sustituirse la batería, lo que sí se requirió. Seguro que no hay ángeles, pero sí seres humanos que saben ser solidarios; y, en primera línea, las mujeres.

En la pandemia la desocupación tuvo un acelerado crecimiento y fueron las mujeres las de mayor iniciativa para salir adelante.

Muchos matrimonios son de primera. Pero cito uno ejemplar: el de Jaime Roldós Aguilera y Martha Bucaram Ortiz. Jaime, maestro, líder, gobernante, tuvo su principal fortaleza en Martha, desde 1959, que se conocieron, hasta su muerte juntos el 24 de mayo de 1981. Realmente se amaban.

En las vivencias profesionales hay mujeres de excelencia. Ahora mismo, una profesional reconocida internacionalmente, Rosa Matilde Guerrero, encabeza la terna para la designación de Superintendente de Bancos. Y hay miles de profesionales en el magisterio, en las artes, en el sector público y en las empresas, a la vez madres, que merecen homenaje.

¿Por qué son incansables las mujeres en lo que meten pasión, sobre todo como madres?, porque el amor es su principal —e inagotable— fuente de energía. (O)