Cuando era niño recuerdo haber estado obsesionado con Pokemón, las cartas de Yu-Gi-Oh y los videojuegos. Recuerdo ir al cine con mis padres o mis amigos. Recuerdo largas tardes en la casa de mi abuela, jugando con dinosaurios de plástico entre sus plantas. Recuerdo construir castillos y naves espaciales con legos junto a mi padre el día después de Navidad. Recuerdo que mi libro favorito era Las aventuras de Robin Hood y que pasaba horas viendo películas y dibujos animados. En breve, recuerdo tener una buena infancia, la cual me ha moldeado en la persona que soy hoy. No todos son tan afortunados.

Hace pocos días, el país se estremeció con la noticia de que dos niños, de 11 y 13 años, asesinaron a tiros a un policía en Esmeraldas. A una edad en que lo único que debería preocuparles son los amigos, los deberes y el colegio, ellos mataron a un inocente: dejaron a hijos sin su padre y a padres sin su hijo. Esta noticia dantesca es solo el último capítulo de una triste historia en que las mafias ecuatorianas reclutan a menores, llegando incluso a organizar “escuelas de sicarios” donde niños de incluso 10 años son entrenados en las “artes” del narcotráfico, el secuestro y el asesinato. El camino que nos ha llevado a este infierno de violencia y decrepitud fue pavimentado por décadas de fracasos, tanto del Estado como de la sociedad civil, en dar la cara a las serias problemáticas sociales y morales que aquejan a nuestra sociedad.

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Estudio tras estudio confirman que las experiencias que vivimos en nuestros primeros años juegan un papel determinante...

Un popular dicho yoruba reza: “Para criar a un niño se necesita una aldea”. Esta perla de sabiduría africana nos recuerda que, pese a que algunos pretendan que la sociedad no es más que un conjunto de átomos, una multitud de “soberanos individuos”, lo cierto es que el bienestar de cada uno depende del bienestar de todos. Y es que, efectivamente, para que un niño crezca para convertirse en una persona de bien necesita de toda una comunidad. Necesita de un padre presente que acepte sus responsabilidades. Necesita de una madre que sea su refugio y consuelo. Necesita de tías y abuelos que le enseñen valores. Necesita de alimentación decente y suficiente. Necesita de médicos y pediatras competentes, en hospitales bien abastecidos. Necesita de escuelas bien equipadas, con buen techo, pupitres, pizarras y agua potable. Necesita de profesores apasionados, bien pagados y bien preparados. Necesita de calles libres de drogas. Necesita de héroes a quienes seguir y modelos a quienes imitar.

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El hecho de que existan personas que, pese a haber tenido duras infancias, hayan escapado del círculo vicioso y se hayan convertido en ciudadanos decentes no niega esta realidad. La existencia de excepciones no invalida la regla. Estudio tras estudio confirman que las experiencias que vivimos en nuestros primeros años juegan un papel determinante en el tipo de personas en las que nos convertiremos: somos el resultado de nuestras biografías. Hasta que la sociedad ecuatoriana no encare los duros problemas a los que se enfrenta nuestra niñez, el círculo de violencia permanecerá intacto y, con horror, veremos más noticias como estas. (O)