El asalto policial a la embajada de México en Ecuador por parte del gobierno de Daniel Noboa ha puesto en evidencia todas las costuras de la agenda del presidente ecuatoriano. Es grave que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador haya concedido asilo a un prófugo de la justicia en Ecuador, pero la Convención de Ginebra sobre esta figura es clara y se debe respetar más allá de las intenciones del gobierno de México. Y es todavía más clara la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que garantiza la inviolabilidad de los locales de las misiones diplomáticas. Pero más allá de los errores cometidos por el gobierno ecuatoriano, alarma el hecho de que el presidente piense que el poder no se ejerce de manera efectiva sino impositiva.

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La Presidencia dejó claro el objetivo final de este acto censurable en una comunicación oficial: el país debe apoyar sin remilgos la consulta popular promovida por Daniel Noboa. La huida del país sin salvoconducto por parte de Jorge Glas, hipotéticamente en el avión de la Fuerza Aérea Mexicana que debía recoger a la embajadora de México, habría asestado el golpe final a la deslucida campaña por el Sí promovida por un presidente que ha perdido rápidamente popularidad en las encuestas.

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Esta muestra de bravura estaba dirigida a que Noboa se posicione como un triunfador porque en la consulta se juega su ansiada reelección. Pero quedan grandes dudas de que en los próximos ocho días logre consolidar el sí en todas o un buen número de preguntas, y con un voto que muestre que tiene suficiente apoyo popular.

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El efecto del 5 de abril es, por tanto, cosmético a corto plazo y lapidario a mediano y largo plazo. A la condena internacional, inclusive de manera concertada en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), y el rechazo por parte de ciertos sectores nacionales, se añaden otros problemas. Noboa perdió poder de negociación en la Asamblea Nacional con un bloque legislativo fuerte, que ya no puede armonizar intereses con el Gobierno sin ofender a los grupos de interés que financian sus campañas y les consiguen votos. Además, el confrontar a México no es algo menor, es la segunda economía de América Latina, fue el mayor socio comercial de los Estados Unidos el año pasado y es un socio importante de la Unión Europea.

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En poco más de un año de Gobierno, es poco lo que el presidente ecuatoriano puede lograr y solo por eso debería ser al menos estratégico en sus decisiones. Al basar su éxito exclusivamente en el cultivo de su imagen, Noboa ha sobrestimado el poder del maquillaje político y subestimado las consecuencias de darle gusto a las personas que promulgan la necesidad de un hombre fuerte en el poder. Olvida que, sin utilizar la fuerza bruta, ni desterrar a su vicepresidenta a un país en guerra, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno logró muchos más réditos políticos siendo verdaderamente sagaz. Sería un grave error que Noboa suponga que Ecuador acepta el uso de la fuerza como instrumento de la administración pública en cualquier circunstancia solo por las expresiones de apoyo de los aduladores de turno. (O)