El país debe agradecer a quienes se entregan a conservar nuestros valores culturales, porque sobre estos se asienta buena parte del futuro que construimos colectivamente. Gustavo Salazar Calle es uno de los investigadores mejor informados del Ecuador y ha dedicado buena parte de su existencia a descubrir textos, interpretarlos, editarlos, divulgarlos y antologarlos. Ha escudriñado las bibliotecas de varios conventos, archivos de grandes personalidades literarias como Benjamín Carrión e institucionales como el de la Función Judicial o las bibliotecas universitarias. Según Simón Espinosa, Salazar vive una pasión por la cultura nacional.

El más reciente libro de Salazar –Poesía ecuatoriana escrita por mujeres: una aproximación histórico-literaria (Quito, 2022)– profundiza la necesidad de mostrar la trayectoria de nuestros valores literarios que, por el paso del tiempo o por motivos institucionales o ideológicos, a veces no reciben el reconocimiento que se merecen. Este libro complementa los dos tomos, que se publicaron el año pasado, de Poesía ecuatoriana escrita por mujeres. Antología, que abarca el periodo de 1600 a 2000. Salazar emplea en sus estudios sus conocimientos de bibliotecología y archivística que avalan la seriedad de su tarea.

En el Ecuador –lo cual también sucede en el escenario latinoamericano– las mujeres siempre escribieron literatura, particularmente poesía. Y ellas escribieron más de lo que se conoce, pues no necesariamente eran autoras de libros de poemas, sino sobre todo de poemas sueltos. El interés por esa producción de las mujeres crece en los ámbitos universitarios y entre el público en general. Sobre la importancia de la escritura femenina, Salazar relieva el hecho de que, hasta hoy, mientras no aparezcan otros textos en archivos olvidados o escondidos, el primer poema en castellano documentado en el Ecuador es de autoría de mujer.

La lista de las poetas llega hasta nuestros días, por lo que debemos leer el libro de Salazar para completar nuestra visión.

Se trata del villancico de la religiosa quiteña Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes (1566-1610): “Si os vais, divino manjar,/ llevad mis ojos tras vos,/ que ojos que vieron a Dios/ no pueden sin Dios estar”. Las sorpresas que nos ofrece Salazar no terminan: en un poema de 1630 Lope de Vega elogia a la quiteña Gerónima de Velasco (aunque no se han conservado o no se han encontrado aún sus poemas). Del siglo XVII contamos con coplas de santa Mariana de Jesús y poemas de sor Gertrudis de san Ildefonso: “La muerte, que tanto temo,/ viéndome tan desvalida,/ es tan llena de esperanzas/ que yo la tendré por vida”).

Considerada como la mejor prosista de la colonia, sor Catalina de Jesús María Herrera también escribió versos. Ya en el siglo XIX son conocidos los versos de Manuela Sáenz. Dolores Veintimilla tal vez sea la poeta más interesante y más reconocida de nuestras letras patrias: su poema ‘¡Quejas!’ es, junto con ‘El alma en los labios’ y ‘Vasija de barro’, de los más populares entre los ecuatorianos. La riobambeña Luz Elisa Borja y la riosense Aurora Estrada y Ayala entran con fuerza en el siglo XX. La lista de las poetas llega hasta nuestros días, por lo que debemos leer el libro de Salazar para completar nuestra visión de la poesía ecuatoriana. (O)