EL UNIVERSO, diario al cual siempre he agradecido infinitamente por haber sido la ventana que desde muy joven me ha permitido expresar libremente mis ideas y pensamientos al país, celebró cien años de una gloriosa trayectoria.
El espíritu de su fundador, la impronta de sus directores, y en especial la huella de Carlos Pérez Perasso, inolvidable amigo, han marcado estos 100 años, y se sintieron especialmente en la ceremonia en la cual el presidente de la República condecoró al pabellón institucional.
Su independencia, seriedad, y objetividad, su total apego a las más altas normas de la ética periodística han hecho de este Diario un bastión de la libertad de expresión, y un muro de contención a los intentos de las tiranías y dictaduras por acallar su voz y sofocar a la nación.
Destaca en los muchos episodios de persecución a la prensa nacional, aquella en la cual infamemente se escribió la sentencia judicial contra este Diario en las mismísimas oficinas de la Presidencia de la República, en uno de los más vergonzosos actos colusorios entre la justicia y el ejecutivo. Este tipo de aberraciones tuvo como referente inadmisible también aquella sentencia de la Corte Internacional de la Haya, en la cual este máximo tribunal de la justicia mundial dictaminó que en forma dolosa y corrupta, la justicia ecuatoriana y el ejecutivo se confabularon contra una multinacional para perjudicar a dicha empresa, lo cual abrió la puerta para que los afectados puedan plantear ahora millonarios juicios contra nuestra república.
Pero esos nefastos procesos parecen haber llegado a su fin, y nuevas brisas soplan sobre el Ecuador.
Me impactó mucho lo expresado por el presidente Lasso durante el acto de celebración de los 100 años, cuando dijo respecto de los posibles abusos de la prensa: “Sé que siempre habrá voces que dirán que hay que frenar supuestos abusos de la prensa. Eso siempre será materia de debate. Pero vista la historia de este país, lo que yo me digo a mí mismo desde esta magistratura es: ¿Quién me frena a mí? ¿Quién me frena a mí ahora que estoy aquí en el poder?”
Esa es una gran verdad. Sí, hay riesgos, y ha habido excesos de la prensa, que fundamentalmente pueden afectar a tal o cual persona o institución. Pero sin ese riesgo, sin una prensa libre, aparecen tiranías que afectan a toda la sociedad, y el primer costo, es muchísimo menor que el segundo.
Personalmente fui víctima de la persecución mediática. Muy pocos medios, entre ellos EL UNIVERSO, fueron objetivos cuando mis perseguidores, que han quedado desenmascarados por la historia, por su corrupción, manejo de las cortes y muchos pecados más, decidieron que esta persona no podía seguir afectando sus intereses y luchando por cambiar este país en los años noventa. Pero mirando hacia atrás, prefiero mil veces ese sacrificio, personal y familiar tan alto que enfrenté, al riesgo de vivir en un país bajo el despotismo, bajo la mordaza, bajo el chantaje de quien gobierna, bajo la corrupción sin controles, bajo la falta de libertades individuales y bajo la dictadura abierta o disfrazada.
La frase del presidente Lasso, ¿Quién me controla a mí?, refleja en forma clarísima lo que un demócrata se da cuenta cuando, estando en el poder, entiende todo el daño que se puede hacer si no existe el contrapeso sabio, insustituible, de la libertad de expresión y la libertad de prensa. De ahí que, esa frase resume todo lo que se puede decir respecto al tema, e hizo bien el presidente en utilizarla.
Tengo el honor de haber servido al país como vicepresidente de un gobierno que no persiguió a nadie, que tuvo como conducta permanente e invariable el más absoluto respeto a la libertad de prensa, que jamás utilizó maniobra alguna para desquitarse o chantajear a un medio por tal o cual opinión.
Baste esta anécdota. Se había concluido la remodelación del nuevo edificio de la Vicepresidencia de la República, donde hoy funciona. Obra dirigida en forma personal por el presidente Sixto Durán-Ballén. Tocaron a la puerta de mi oficina, entró el presidente con un editorialista de este medio, que en ese preciso día había escrito una columna rabiosa en mi contra. El presidente le estaba enseñando los cambios del edificio, y la gran transformación que se había logrado. Saludé con toda cortesía al editorialista, y el presidente, una vez enseñado mi despacho, continuó mostrándole todo el edificio.
Solo pensemos en una escena así, durante el gobierno que dictó en la Presidencia de la República la sentencia judicial contra Diario EL UNIVERSO. Sencillamente imposible, habrían arrestado o golpeado al columnista.
La transición del 2017 al 2021 nos dio un ambiente de libertad y no persecución. Hoy, se consolida, con un mensaje de una gran potencia, de una gran profundidad: “¿Quién me frena a mí?, que puesto en otras palabras quiere decir: Señores, desde la cabeza, el Gobierno entiende que la libertad de prensa es un valor no negociable, y que el país no lo puede volver a perder, como se perdió en la larga noche neoinquisitoria de quienes desperdiciaron la más clara oportunidad de hacer libre de verdad en todo sentido a esta sociedad. (O)