Minutos antes de que Guillermo Lasso difundiera su posición acerca de la resolución de la Corte Constitucional sobre el tema del aborto, en las redes sociales y en uno de los muchos foros virtuales que inundan el ciberespacio se dudaba de su desplazamiento hacia el centro del espectro político. Se afirmaba que solamente había sido un exitoso ardid de campaña —en el mismo plano que los zapatos rojos o el uso del TikTok— y que en el momento de la verdad aparecería nuevamente el ultraliberal en aspectos económicos y el ultraconservador en temas de valores. No se tomaba en cuenta que dos días antes, en la divulgación de los nombres de algunas personas que integrarán su gabinete, hubo tres claves que permiten suponer que ese cambio no se restringió a la campaña.

La primera clave, la más visible, ampliamente destacada en los medios y solo de manera tímida en las redes, fue el número de mujeres. Que sean cinco de ocho integrantes en sí mismo constituye un mensaje. Obviamente, siempre se puede decir —sobre todo recordando a las que reivindicaban la sumisión revolucionaria— que la cantidad no es suficiente. Pero, en este caso y por lo que se conoce de las nominadas, parece que la calidad no es ajena. La segunda clave fue la composición heterogénea, en términos ideológicos y de trayectorias, del conjunto de integrantes. En un país acostumbrado al blanco-negro, al bueno-malo, no faltaron las comparaciones con la confección de una colcha de retazos, sin comprender que la democracia se construye con la diversidad de tonos y que el país necesita superar la larga y oscura noche de las exclusiones. La tercera clave, menos evidente pero más importante, es que comenzó por el área social y no por la económica, como correspondería a la ortodoxia neoliberal.

Si esos aspectos relacionados con el gabinete son fundamentales para aceptar que hay un giro hacia el centro, más importante es la posición de Guillermo Lasso sobre la resolución de la Corte. En esta hay no solamente una señal de ese cambio, sino sobre todo una manera de comprender la convivencia social y política. Después del largo período de control de los poderes del Estado y de cuatro años de inercia, es una excelente noticia el anuncio de volver a instaurar el valor republicano de la división y el equilibrio entre aquellos poderes. Lo es también que, desde la Presidencia, se acepten, sin rabietas infantiles ni amenazas chantajistas, las decisiones tomadas por las instituciones correspondientes y en conformidad con los procedimientos establecidos. Más valor tiene esa decisión cuando se considera que el tema tratado tocaba directamente los valores religiosos del presidente electo.

Sería absurdo minimizar estos hechos. No hace falta compartir las propuestas económicas y políticas de Guillermo Lasso para destacar el contenido positivo que tienen las señales que ha dado en estos primeros días. Hasta ahora son eso, señales de la dirección que tomará en el ejercicio de su cargo y sobre todo de los valores con los que se guiará. Que se enraícen y se establezcan como normas de conducta y de convivencia ya no dependerá de él. Si la ciudadanía los hace suyos, podrá exigirle que los mantenga y los profundice. Sería el fin de una larga etapa. (O)