Ecuador y Turquía son países emergentes de economía de mercado; Turquía tiene una economía mucho más grande y un ingreso per capita más elevado. Los dos países se acercaron cuando tuvieron Gobiernos civiles que acapararon poderes y se convirtieron en dictaduras a pesar de seguir teniendo elecciones.

En 2004 Turquía eligió a Erdogan primer ministro, o sea, jefe de Gobierno. En 2014, cuando ya no pudo hacerse reelegir más primer ministro, Erdogan cambió la Constitución hacia un sistema presidencialista y se hizo elegir presidente. En 2016 declaró que una extensa red de conspiradores intentó un golpe de Estado: purgó al ejército, a la sociedad civil y acaparó más poder. Ya lleva 18 años gobernando.

Rafael Correa asumió en 2007; Ankara y Quito forjaron lazos de amistad por su similitud de estilo autoritario de gobierno. En 2016 Erdogan visitó Quito. Un grupo de ecuatorianos lo recibieron con protestas por su represión de la minoría étnica kurda; los guardaespaldas de Erdogan agredieron brutalmente a los manifestantes.

Turquía sufría una tendencia inflacionaria, y el gobernador del Banco Central, Naci Agbal, cumpliendo con su mandato de velar por la estabilidad monetaria, el jueves 18 optó por una elevación de la tasa de interés, como aconseja la teoría monetaria. Erdogan no estuvo de acuerdo, quería que bajara la tasa de interés, y dos días después cesó a Agbal.

El resultado fue cataclísmico. Los inversionistas perdieron confianza en que el Banco Central iba a tener la independencia para mantener una política monetaria sana, y con ello la estabilidad del sistema. Vendieron las acciones de compañías turcas y la bolsa de valores tuvo que suspender transacciones luego de una caída del mercado de 9 %. La lira turca se devaluó 15 %. Los analistas piensan que la fuga de capitales ocasionará una crisis de balanza de pagos.

Turquía es el ejemplo más reciente de la desconfianza que ocasiona el que un país no cuente con un banco central con la suficiente autonomía para conducir una política monetaria sana. Por eso es necesaria la aprobación de la ley de defensa de la dolarización. Otorga certidumbre a los agentes económicos. Y los agentes somos todos, desde quien tiene una cuenta de ahorros en una cooperativa hasta los grandes bancos de inversión que compran bonos de países emergentes.

Rafael Correa (y Andrés Arauz) no quiere la ley; la Asamblea es renuente a tramitar el proyecto. Hoy, a pesar de que sube el precio del petróleo, no baja el riesgo país, como suele suceder. Es que el mercado no quiere ver las bóvedas del Central abiertas cuando haya un presidente que dice que la solución a la crisis es gastar y gastar más aunque no haya dinero.

Los gobernantes con los que Rafael Correa tuvo mayor afinidad fueron Chávez (+)/Maduro y Néstor (+)/Cristina Kirchner. Venezuela y Argentina detentan el primer (25.899) y segundo (1.560) riesgo país más alto de la región. Venezuela no podría ni regalar bonos. Cristina, de vuelta al poder camuflada de vicepresidenta, acaba de torpedear las negociaciones que llevaba el ministro argentino de Finanzas con el Fondo Monetario.

Tercero en riesgo país está Ecuador con 1.226. Si gana Arauz y no hay ley, al nuevo gobernante le espera un mercado financiero muy agitado.

Asambleístas, aprueben la ley. (O)