La predisposición humana para actuar de manera correcta, conforme a lo que las sociedades han ido acordando a través de la historia para preservar el bienestar común, en muchas ocasiones se ve contaminada por actuaciones en contrario; por eso se han previsto normas de comportamiento y leyes que sancionan a quienes atentan contra la licitud de los valores humanos.

Esos intentos de contención son tan antiguos como la humanidad y en la actualidad se realizan incluso con la participación de organismos internacionales, exponiendo y sancionando los casos de corrupción, que se extienden con profusión por el orbe. El más reciente escándalo, denominado Qatargate, es un presunto caso de sobornos a eurodiputados.

La Eurocámara destituyó a la vicepresidenta, la socialista Eva Kaili, por estar entre las cuatro personas imputadas por un juez belga por participar en una organización criminal, blanqueo de capitales y corrupción, al recibir supuestos sobornos de Qatar para influir en la posición del Parlamento Europeo respecto de presuntas violaciones de derechos humanos expuestas por una investigación periodística que cifró en al menos 6.500 el número de trabajadores muertos en la organización del presente Mundial de Fútbol.

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El diario español 20 minutos señala que lo del Qatargate tiene su origen en 2013, cuando la revista France Football destapó las irregularidades en la concesión de la Copa Mundial de Fútbol de 2022.

La corrupción es un crimen que se planifica y se comete de manera consciente, involucrando a otros para conseguir de manera expedita y abundante recursos económicos, poder y posición social. Lo trascendente del caso comentado es la oportuna actuación judicial.

Se podría decir que los niveles de corrupción resultan del modo de vida de las sociedades y sus niveles de tolerancia. Un mayor nivel de civilización trata de evitar que la corrupción, que es el resultado de que el interés insano de unos pocos se superponga al bienestar común, se imponga en detrimento de lo justo. (O)