Caen las primeras lluvias sobre las zonas que albergan al bosque seco en el país y uno de sus arbustos regala una pincelada particular de color a este ecosistema nativo, que se extiende por las provincias de Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, Guayas y El Oro, y las zonas bajas de Loja.

Se trata del guayacán, que con sus dos especies, Tabebuia chrysantha y Tabebuia billbergii, tiñe de amarillo dorado la superficie del bosque o los lugares donde crece: parques, parterres y colinas que rodean ciudades como Guayaquil. Por estos días, de sus ramas brotan flores que atraen a insectos con su aroma. Estos extraen el polen y las flores caen para formar un colchón natural sobre el follaje. Este florecimiento se da una vez al año entre noviembre y enero y dura de cuatro a seis días.

El color de sus flores, sin embargo, lo deja al descubierto ante los taladores que desde la colonia usan su madera dura para fabricar casas, puertas, muebles, guitarras, dice James Pérez, director del Jardín Botánico de Guayaquil, en Guayas, donde se ha perdido la mayor parte del bosque seco.

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La expansión urbana y de los sembríos, los incendios forestales y la tala han cercado su hábitat y con ello ha mermado la población de guayacanes. Ambientalistas consultados coinciden, basados en comparaciones de mapas de cobertura vegetal, que entre 1938 y 1988 se perdió un 96% de la porción del bosque seco, que se extiende por debajo de los 200 metros de altitud.

Aunque se solicitaron al Ministerio del Ambiente (MAE) cifras sobre el remanente de guayacán y del bosque seco y de su afectación, hasta el cierre de la edición no hubo respuesta.

El espectáculo del florecimiento ha quedado limitado a ciertos puntos de la Costa que tienen algún grado de protección. En Guayas, por ejemplo, aún se los observa florecer, uno junto al otro, en los bosques protectores como Cerro Blanco, Bosque Bosqueira y Cerro Colorado. También hay guayacanes aislados en medio de pastizales, sembríos o como cercos decorativos en casas rurales.

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Jhonny Aylón, de la Fundación Pro Bosque, que administra el Bosque Protector Cerro Blanco, asegura que el guayacán es una especie clave para la conservación de suelos debido al crecimiento rápido de sus raíces, las cuales son fuertes y profundas, favoreciendo el afianzamiento del suelo y evitando así los deslizamientos.

Su preservación se dificulta por el lento crecimiento. El árbol tiene su primera floración a partir de los 8 años y su madera puede empezar a explotarse después de los 60. “Si hacemos un proyecto de plantación de guayacán con fines comerciales en el bosque seco tropical, el ciclo de corta de madera sería mínimo 50 años”, dice Aylón.

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Nancy Hilgert, consultora ambiental, considera que el guayacán debería ser declarado símbolo de Guayaquil. “Antes desde el mes de noviembre uno veía las colinas pintadas de amarillo por su florecimiento. Luego comenzaba la polinización, las abejas, los colibríes y los periquitos se deleitaban con los pétalos de la flor”, señala.

La especie corre el riesgo de seguir siendo explotada hasta en las áreas protegidas. En Cerro Blanco, según denuncian sus administradores, los guardaparques se enfrentan a un grupo de madereros que ingresan al lugar por el sector denominado Tres Bocas, frente al asentamiento popular Voluntad de Dios, en el noroeste de Guayaquil.

Eric Horstman, director de la Fundación Pro Bosque, cuenta vía mail que se ha emitido una boleta de captura contra los responsables, pero están fugitivos.

Las presiones sobre el guayacán del bosque seco se dan también en otras áreas protegidas como el Bosque Protector Bosqueira, donde en septiembre pasado se evidenciaron en fotos los estragos dejados por un grupo de madereros que habían cortado previamente guayacanes (ver infografía).

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En cambio, en las partes más altas del ecosistema que lo alberga, en las provincias de El Oro y Loja, en la frontera con Perú, se ha dado una mayor conservación, dice Bruno Paladines, coordinador de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional, que opera en la zona. Allí está el bosque de guayacanes más extenso del país, según el MAE.

En las parroquias Mangahurco, Cazaderos y Bolaspamba del cantón Zapotillo (Loja), los guayacanes se contraponen unos a otros formando senderos sobre unas 40 mil hectáreas (ha). Su florecimiento, que se prevé comience mañana, se podrá ver en directo en www.amalavida.tv.

Para conservar esta área se planteó en octubre pasado ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la declaratoria de la Reserva de la Biósfera del Bosque Seco, de 501.040 ha de los cantones lojanos Zapotillo, Macará, Pindal, Puyango, Celica, Paltas y Sozoranga, y Las Lajas, en El Oro.

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Mil hectáreas de bosque seco se perdieron entre 1991 y el 2001, según el Centro de Levantamiento de Recursos Naturales por Sensores Remotos.