La guitarra, el ukelele, el piano, la marimba y el acordeón son los instrumentos que endulzan, atan y abrigan a la familia Valarezo Laso, en la que las mujeres marcan el ritmo de vida. El hilo conductor de ese núcleo es la cantante y poeta quiteña Margarita Laso, quien junto con su esposo Pablo Valarezo (percusionista), halló en sus hijas Martina y Rafaela el complemento de vida. Los cuatro disfrutan de algo en común: la música.

Laso prefiere no calificar ese gusto en común como un legado o algo que se endilga a los genes. Sin embargo, cada una de ellas fue moldeada en la niñez, una vez que sus voces fueron oídas por primera vez en la familia.

Las tres han hecho muchos recitales, sobre todo de villancicos. El primero fue hace 16 años. Ahí cantó con Martina, su primera hija (ahora de 24 años de edad). La madre recuerda que en ese entonces la invitó a cantar dos coritos, pero Martina terminó interpretando una canción, con tal convicción, que le rompió el corazón a su progenitora.

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Además del canto, Martina disfruta del ukelele, la marimba y del estudio, en su fase terminal, de artes visuales. Rafaela (15 años), en cambio, tenía 4 años cuando soltó su primera melodía. “Las dos “chucitas” –con otra amiga– empezaron a cantar y ¡guau! sacan unos vozarrones que todos nos caímos para atrás”, recuerda sonriente Margarita. En medio de esa complicidad con la música, sus hijas siempre expresaron escepticismo de mantener al canto como carrera, pero poco a poco este arte les fue ganando y ahora dedican muchas horas del día a la música.

Rafaela, además de lidiar con el bachillerato, toca la guitarra, tiene clases de acordeón y pese a ello dice que no quiere ser concertista.