Jaime Ayoví se llevó la sorpresa de su vida. El 21 de febrero, día de su cumpleaños número 29, recibió un regalo excelente: le informaron que su pase al fútbol chino estaba hecho. Y, económicamente, él también quedó hecho. Se desconocen las cifras que percibirá en la segunda (¿o primera…) superpotencia económica mundial. Pero seguramente tendrá un contrato que quintuplicará o decuplicará lo que percibía en Godoy Cruz.

Por algo desistió de jugar la Libertadores y partió sin mirar atrás. Su paso por el equipo mendocino fue muy fructífero, marcó 26 goles –el mayor goleador extranjero del club–, se sintió titular, importante, y aprovechó la vidriera que siempre significa el fútbol argentino para dar el salto hacia la fama y el dinero. El Beijing Renhe Football Club, de la Primera Liga China (segunda división), pagó 4 millones por su pase, embolsados en parte por el Tijuana mexicano, un grupo empresario y alguna compensación que recibió Godoy Cruz.

No le será fácil a Ayoví; las noticias buenas son que puede asegurar su futuro (si sabe cuidar el dinero, que pocos saben…) y que vivirá en la capital del país; la otra cara es que el técnico del Renhe es chino y los extranjeros del club son tres bosnios y un alemán. Hasta su arribo había, también, un sueco… nacido en Uruguay –Guillermo Molins– que con toda seguridad habla español. Sería su tabla de salvación, su vaso comunicante.

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Ya vemos que no solo la Superliga China –16 equipos– hace contrataciones millonarias; hasta los equipos de segunda se refuerzan por cifras que son prohibitivas incluso para los clubes más grandes de Sudamérica. Y de otras latitudes. La revolución futbolística en China va en serio, de la mano de su desarrollo industrial, comercial, tecnológico y educativo. El presidente Xi Jinping es un superaficionado a la número 5, dio el puntapié inicial y arrancó este fenómeno al que el resto del mundo balompédico asiste con asombro.

Muchos sonríen por el dinero que empresas y clubes chinos están volcando sobre el fútbol. También sonreían cuando empezó el boom industrial chino: “hacen juguetes, chucherías…” se decía. Ahora fabrican barcos, aviones, trenes, autos… Y no de juguete. En general, a los latinoamericanos les hacen gracia tantas cosas… Pero el resto del mundo avanza, en todo. Hace 20 o 30 años muchos reían porque Estados Unidos y Japón invertían montañas de dólares en dinamizar sus ligas; hoy ambos países son muy competitivos futbolísticamente y son fuerzas más que respetables. Estados Unidos asistió a los últimos siete mundiales y Japón a los últimos cinco. A eso aspira China en un plazo prudencial. Otro tanto aconteció con los países árabes. Y el Mundial 2020 se hará en Catar. Ser campeón del mundo es otra cosa; para ello se necesita alumbrar a un supercrack y mucha tradición. Las potencias de este deporte tienen de 120 a 150 años de desarrollo futbolístico, es un tema cultural de sus sociedades.

“Se va a seguir invirtiendo”, declaró en Olé Han Wei Chen, exfutbolista chino criado en Argentina, quien en 2013-2014 jugó en el River Plate uruguayo. “La Superliga en China está en una etapa de crecimiento futbolístico e institucional. Hay ciudades que sí son fanáticas del fútbol como Pekín, Shanghái y Guangzhou. Años atrás la gente no miraba el fútbol local porque se decía que era todo apuestas, que estaba todo arreglado. En los últimos cinco años se empezó a profesionalizar más y se mejoró en el tema de los árbitros también”, agrega Chen. Y pone énfasis en una novedad en los fichajes: “Lo que sí se va a cortar es con la edad: quieren jugadores en plenitud como Oscar (25 años) para darle un nivel de fútbol más intenso y no con figuras que se están por retirar. Buscan jugadores que estén tres o cuatro años y que les transmitan el fútbol a los jóvenes”.

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El 31 de enero, al cerrar el libro de pases de invierno en buena parte del mundo, el fútbol chino dio otro golpe: gastó –o invirtió– la suma récord de 388 millones de euros en fichajes. Batió su propio récord de enero de 2016 de 345 millones de euros. Segunda, lejos, quedó la Premier League con 259 millones de euros, según consigna Transfermarkt.com, el sitio alemán especializado en fichajes y valores de mercado. Los brasileños Oscar (60 millones€) y Alexandre Pato (18 millones€), el belga Axel Witsel (50 millones€) y el nigeriano del Chelsea Jon Obi Mikel son las figuras más fuertes de esta última ronda de contrataciones. Por Obi Mikel no hubo desembolso, solo su contrato, de 8,5 millones€ anuales.

En seis o siete años se creó un nuevo y poderoso mercado. Ya hay un centenar de jugadores y 25 entrenadores extranjeros de renombre en la patria de Confucio. Se han creado clubes y adecuado estadios. La gran movida comenzó en el 2011 con la contratación de Darío Conca, un zurdo argentino del Fluminense, que durante un año fue el futbolista mejor pagado del mundo, más que Messi y Cristiano Ronaldo incluso.

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“¿Es un paso atrás?”, le preguntaron en Olé a Manuel Pellegrini, quien de dirigir al Manchester City pasó a conducir el Hebei Fortune, de Qinhuangdao, una moderna ciudad de 3 millones de habitantes a 300 km de Pekín. “Es un paso absolutamente hacia adelante”, respondió el exitoso entrenador chileno. Y descartó de plano cualquier seducción económica. “Me sedujo un proyecto nuevo. Había cumplido doce años en Sudamérica, en los mejores clubes en los países que estuve, y llevo otros doce en Europa también muy exitosos. Tuve muchísimas ofertas en una serie de países, pero al final me motivó más el conocer un mundo totalmente distinto: desde lo deportivo y lo cultural”. Es creíble, Manuel ya hizo millones dirigiendo a Real Madrid, el City, Villarreal, Málaga, River Plate, San Lorenzo, Liga (Q), etcétera.

Detrás de los pases millonarios hay toda una acción programada y coordinada en función de futuro: crecer, formar buenos jugadores, convertirse en un país futbolero, llegar seguido a los mundiales, conformar un gran mercado futbolístico, ser líderes en Asia. Para empezar, han tomado algunas prevenciones: bajar de cuatro a tres el cupo de futbolistas extranjeros; el arquero de todos los equipos debe ser siempre un chino; inclusión de al menos dos jugadores sub-23 chinos en todos los clubes; montar 20.000 academias de formación; llevar las actuales 11.000 canchas de fútbol a 70.000; y tener 50 millones de ciudadanos chinos jugando al fútbol para el 2020. No es solo crear una buena liga, hay un plan más ambicioso detrás. Tal vez deban esperarse diez, quince o veinte años para ponderar los resultados, pero crecerá, ténganlo por seguro. (O)

Muchos sonríen por el dinero que empresas y clubes chinos vuelcan en el fútbol. En general, a los latinoamericanos les hacen gracia tantas cosas. Pero el resto del mundo avanza, en todo.