La caída del gigante, en Guayaquil, causó un terremoto que se sintió en todo el planeta. Una de las más asombrosas gestas del deporte ecuatoriano representó uno de los más duros golpes sufridos por el tenis de Estados Unidos. Fue increíble, heroico. Medio siglo después aún emociona y estremece. “Fue un suceso extraordinario. Nadie en el mundo lo creía”. Es el coincidente recuerdo que perdura en Miguel Olvera, Francisco Pancho Guzmán, Eduardo Chivo Zuleta y del capitán del equipo nacional que se llevó 3-2 serie la final de la Zona Americana de la Copa Davis, el 19 de junio de 1967, Danilo Carrera.

‘Una histórica hazaña’, tituló este Diario sobre la épica victoria ante EE.UU., el favorito que llevaba 19 coronas de la Davis y con el fenomenal Arthur Ashe (uno de los mejores tenistas de todos los tiempos y cuyo nombre fue eternizado en el estadio donde se juega el US Open). Cada punto ganado generó orgullo y euforia en el país. Pero el último, el de la consagración, el que selló el 3-2 en la serie, ese de Pancho Guzmán ante Ashe en la arcilla del Guayaquil Tenis Club, desató una celebración electrizante que aseguró el boleto a la inmortalidad deportiva de los miembros del equipo ecuatoriano.

“El sueño empezó mucho antes”, rememoró Carrera, quien afirmó que surgió al vencer a Argentina en Buenos Aires, un mes antes. “Estaba tan confiado entonces que hasta aposté el bléiser (del uniforme) con George McKall”, timonel de EE.UU., añadió. Pero la ilusión se complicó al inicio al perder Guzmán el partido inaugural con Cliff Richey, “el mejor tenista sobre arcilla en ese momento. Pero era de quien menos temía porque creía estar a su nivel. Me fiaba menos del dobles y de Ashe, pero (con Richey) perdí”, relata Guzmán.

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En esa misma jornada Olvera cumpliría la expectativa de Carrera de “ganar al menos un punto” ese día. Lo inimaginable era hacerlo contra Ashe, invicto en el torneo desde su debut en 1963 y quien en los próximos años lograría tres títulos de Grand Slam y ayudaría a obtener las cinco siguientes ediciones seguidas de la Davis.

“Al saltar a la cancha me pregunté si (Ashe) sería en verdad tan bueno como decían”, reveló Olvera el jueves a este Diario. Dice que halló un plan sobre la marcha, al aplazarse el juego para el día siguiente por falta de luz natural. “Mientras practicábamos, antes de la reanudación, vi que cuando él remataba los globos le molestaba el sol en la cara. Tenía problemas cuando miraba al cielo”. Ashe usaba anteojos incluso para jugar.

Pero más que por el sol, Olvera venció “con facilidad asombrosa” por su “calidad de tenista mundial. ¡Formidable! Dio en todo instante sensación de superioridad sobre Ashe”, sexto mejor jugador del mundo, reseñó este Diario sobre el 1-1.

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La emoción fue tal que cuando Carrera acudió a festejar “lo impensable” se lesionó al tropezarse con la net. “Miguel estaba del lado contrario. Salté equivocadamente por encima de la net, me caí y me fracturé la pierna. Me llevaron en ambulancia a la clínica. Pero horas más tarde, en silla de ruedas, fui a ver el dobles”, relató.

Lo que siguió, con la serie empatada a 1, fue “el punto clave”, concuerdan los exintegrantes del cuadro nacional, reunidos 50 años después alrededor de una mesa del GTC, charlando sonrientes. “Sabía que el dobles sería duro, pero (Guzmán y Olvera) jugaron un partido extraordinario; fue inolvidable”, expresó el célebre Chivo Zuleta, quien no jugó ante EE.UU., pero fue miembro permanente del equipo en la década de los años 60 y parte de los 70.

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Olvera y Guzmán afirman que su “conexión tenística” fue “vital” para triunfar en un “peleadísimo” encuentro con Martin Riessen y Clark Graebner, cuartos del mundo en dobles e invictos en 20 compromisos. “Éramos la combinación perfecta. Yo pegaba y un agilísimo Miguel se cruzaba y definía sobre la net”, contó Guzmán.

Los guayaquileños pulverizaron los pronósticos y a sus adversarios. “Fue algo extraordinario. Nuestros jugadores estuvieron sencillamente magistrales y mostrando no solo tener calidad, sino garra y coraje. Remontaron un resultado adverso y se impusieron a sus calificados rivales”, señaló EL UNIVERSO. Era 2-1 a favor de Ecuador. La hazaña estaba cerca.

En el tercer día, el talentoso Ashe se mediría con Guzmán. “Si Miguel ya le ganó, ¿por qué yo no le voy a ganar?”, pensó Guzmán antes del duelo.

“Aún tengo en mi mente el último punto que jugué con Ashe. Estaba sacando él. Si él ganaba se ponía 5-4 y me habría tocado sacar a mí. Habría tenido que definir yo el partido y eso era una presión extra. Pero en un momento tuve el match point y él me devolvió una pelota con la intención de subirse a la net, donde se le quedó y gané”, relató Guzmán, quien “consumaba el triunfo de dos bravos muchachos guayaquileños sobre el equipo de tenis más poderoso del planeta”, dijo este Diario.

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Medio siglo después, Guzmán y Olvera sonríen y se emocionan al recordar su éxito. Son héroes sencillos porque cada uno dice que la hazaña fue responsabilidad del otro. (D)

Gente de todo el mundo llamaba a preguntar si estaba correcto el marcador final que les había llegado en los cables de información. Eduardo Zuleta, Extenista tricolor