La leyenda que forjó Eduardo Spandre no tiene fecha de caducidad. No importa que un certificado de defunción registre que su deceso se produjo el 18 de octubre del 2000, en Guayaquil. El Tano desapareció físicamente, pero lo real es que no morirá nunca. Las hazañas futboleras que protagonizó Spandre en las canchas y en los banquillos mantienen vigentes su nombre y su recuerdo.