Quienes decidieron las demoliciones de inmuebles históricos como el estadio Ramón Unamuno y la Piscina Municipal desconocían -y si lo sabían no les interesó mucho- que desde 1972 la UNESCO define como “inestimables e irremplazables” a los bienes culturales tangibles. En el 2018 la arquitecta colombiana María Camila Chaparro, con maestría en Gestión Cultural obtenida en la Universidad de Barcelona, complementó así el concepto citado líneas arriba: “representan un testimonio y simbología histórico-cultural para los habitantes de una cierta comunidad”.

El primero padeció por décadas el descuido indolente de la Federación Deportiva del Guayas -ente que lo administraba-. Fue arrasado en el 2016 sin repararse en que en esa cancha se enfrentaron por primera vez Barcelona SC y Emelec, en 1943. Ni siquiera una placa se colocó, posteriormente, para perpetuar en el recuerdo que el partido bautizado como Clásico del Astillero tuvo en el Ramón Unamuno el capítulo inicial de una pasión futbolera que hoy enloquece al país. La historia de Guayaquil fue masacrada impunemente

La otra instalación también sufrió de abandono crónico. Ahí funcionó la piscina donde nadaron los inmortales Cuatro Mosqueteros del Guayas, responsables en 1938 del primer título internacional ganado por Ecuador. Esa pileta estuvo permanentemente olvidada por el Municipio de la ciudad. En medio siglo la única obra ejecutada ahí empezó en febrero del 2018 y fue la de la destrucción y posterior desaparición física de la tradicional alberca, construida en 1929.

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Ambas edificaciones porteñas entraban en lo que UNESCO denomina “elementos de valor excepcional desde el punto de vista histórico”. Para los extintos Ramón Unamuno y Piscina Municipal no hubo “conservación y rehabilitación”. Tampoco se aplicaron estas recomendaciones: “que se cuente la historia, se validen sus recuerdos y se afirmen y enriquezcan las identidades culturales, y el legado común, confiriendo rasgos característicos a cada lugar”.

Contra la hazaña de La Plata

Pulverizados dos patrimonios históricos tangibles, ambos vinculados con el quehacer deportivo de Guayaquil y con las tradiciones desde ese ámbito generadas, hoy se apunta contra un acervo intangible del deporte nacional: la hazaña de Barcelona en La Plata -no se conoce si los ‘francotiradores’ actúan por antipatía, desconocimiento, o por una sistemática negativa a dimensionarla-. Y aunque en Ecuador se trabaja afanosamente por opacarlo, paradójicamente afuera el hecho todavía causa asombro y admiración.

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Desde un sector del periodismo deportivo local, ciertos prófugos de las páginas del libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés, de Eduardo Galeano, se arrogan el derecho de otorgar fecha de caducidad a las gestas que antaño produjo el deporte de Ecuador. Las razones que se esgrimen bordean con el absurdo. Por ejemplo, hay un reclamo que se repite, con histeria: “¡Ya no quiero que hablen de la hazaña de La Plata!”, “¡No, no no, Basurko otra vez no!”.

Lamentablemente se dan otros argumentos estrafalarios que empobrecen el debate. “Desde que Liga de Quito ganó la Copa Libertadores en el 2008 la hazaña de La Plata perdió valor”. Es decir, ya nada sirve. Ninguna institución del fútbol nacional puede estar orgullosa de su historia.

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El ejemplo de Argentina

Y mientras en Ecuador hay una intención de destruir la historia de nuestro deporte, en otras partes del mundo aquella distorsión no existe. En Argentina, cada 14 de mayo la prensa especializada rememora con satisfacción y alborozo el aniversario del gol que Ernesto Grillo le marcó a la selección de Inglaterra en un duelo amistoso jugado en Buenos Aires, en 1953.

Clarín destacó en el 2003: “Grillo es el hombre del gol eterno. Un gol que figura en la memoria colectiva de los hinchas argentinos. Un gol que está entre los hitos de la selección. Un gol para el primer triunfo argentino sobre Inglaterra (3-1). El gol de Grillo a los ingleses es parte de la historia del fútbol argentino”. La Nación , el 14 de mayo del 2020, publicó: “La emblemática jugada quedó en la retina de los hinchas y, por la repercusión de aquel momento, quedó el 14 de mayo como la fecha que conmemora aquella hazaña”. En junio anterior el diario Crónica se refirió a esa victoria como una “emotiva e inolvidable efeméride”.

El resultado no le dio al fútbol albiceleste un título del mundo, tampoco le aseguró puntos en una tabla de posiciones, y no lo clasificó a ninguna ronda posterior. Fue un encuentro amistoso. Sin embargo, Clarín hace alusión a “memoria colectiva”, a “hitos”, y La Nación usa la palabra “hazaña”. Entre los periodistas argentinos -que se sepa, al menos- nadie ha denostado el golazo de Ernesto Grillo ni la resonancia de esa victoria de su seleccionado.

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Primera alegría desbordada

Bien harían en reflexionar quienes sin ninguna base argumental sólida arremeten contra uno de los capítulos más sensacionales del deporte de Ecuador. La trascendencia es innegable porque Juan Manuel Basurko y compañía son los causantes de un aspecto memorable, impagable y feliz; tanto o más valioso que los puntos logrados. Barcelona y su fabuloso Dream Team proporcionaron la primera gran alegría masiva que el balompié le dio a Ecuador. Con el fútbol como origen el primer festejo popular en el territorio nacional, se debe a la hazaña de La Plata.

EL UNIVERSO lo plasmó tal cual, el 30 de abril de 1971:”Delirio colectivo en Ecuador”, “Guayaquil vivió momentos de sublime e indescriptible emoción y alegría”, “Momentos de júbilo vivió la afición de Quito”, “Pese al intenso frío (en la capital) numerosos aficionados salieron a las calles a vivar al equipo ídolo del Ecuador por su sensacional victoria”.

¿Cómo reaccionaría hoy el planeta si un sacerdote católico anotara el gol en un épico partido de una competencia internacional? Aquí, los que lloran por el Málaga FC, o los que no duermen si el Inter de Milán pierde la final de la Champions League, no pararían de ensalzar el acontecimiento. Lo de Basurko es único, pintoresco, anecdótico, impensado. Es irrepetible.

Las páginas de este Diario señalaron la euforia colectiva por el triunfo canario. Foto: Archivo

Varios hitos inamovibles

Lo aconsejable sería desistir del intento de ser sepultureros criollos de la historia del deporte nacional y transformarse, por convicción, en guardianes y preservadores de la misma. Que no solo sea la prensa extranjera la que hable con admiración de la increíble hazaña de La Plata, como en el 2021 lo hizo Mundo Deportivo, de España, bajo el título ‘La noche que el Padre Basurko tocó el cielo’.

Los hitos deportivos de auténtica valía no se suplantan. Son inamovibles. Suceden uno tras otro. Lo saben en países con una larga historia de triunfos en que estos, en lugar de ser discutidos, se disfrutan. Sumar, en lugar de dividir o restar. En el caso de Barcelona en La Plata, por ejemplo, ese duelo contra Estudiantes, entonces vigente tricampeón de América, siempre representará el primer triunfo oficial de un club ecuatoriano sobre uno la potencia Argentina, y además el primero de visitante en una instancia a la que no se había llegado antes: las semifinales de la Copa Libertadores.

Hasta da la impresión de que Javier Marcos Arévalo, profesor de Patrimonio Etnológico de la Universidad de Extremadura, les explicara a los enemigos de la historia de Barcelona, a esos que fruncen el ceño cuando se recuerda la hazaña de La Plata, lo que ese episodio significa en órdenes que rebasan los límites de deporte: “La idea de tradición remite al pasado pero también a un presente vivo. Lo que del pasado queda en el presente es la tradición. La tradición sería, entonces, la permanencia del pasado vivo en el presente”.

En 1971 EL UNIVERSO fue categórico: “Cierto que mañana vendrán, nuevos triunfos, se cosecharán nuevos lauros, pero pasarán muchos años, lustros y décadas antes de que se borre el recuerdo de la hazaña lograda por Barcelona. El 29 de abril de 1971 será una fecha inolvidable que quedará para siempre en el libro de los acontecimientos mayores”.

“Barcelona solo ganó un partido”, se replica en redes sociales, como si aquello fuera un delito, o una insignificancia, para desvalorizar a la hazaña de La Plata. ¿Y tú, qué ganaste?, sería la pregunta adecuada. (O)